Opinión
Simón ha vuelto a hablar
Simón ha vuelto a hablar, más bien a sentenciar, y yo estoy temblando de lo que pueda ocurrir a partir de ahora porque sobre las nuevas cepas del coronavirus ha dicho que “el impacto de la variante británica va a ser marginal”: ya se está viendo que esto no es así porque aumentan sin cesar casos gravísimos de esta nueva cepa, como era de sentido común. También a principios de marzo dijo que en España se producirían uno o dos casos de Covid, que el uso de la mascarilla era innecesario, y cosas por ahí. Siempre hay que pensar que va a ocurrir lo contrario de lo que dice porque este personaje es gafe, muy gafe, además de su pinta siniestra que deberían atender los estilistas de Moncloa, esos maquilladores y peluqueros para atusar el moño a Iglesias antes de las ruedas de prensa, y los obsoletos rizos con espuma de María Jesús Montero, así como los cráteres faciales de Sánchez, que cuestan al contribuyente 20.000 del ala. Lo que no dice el tremendo Simón, que el otro día parecía un homeless en el metro desplazándose hasta su despacho oficial, es que hay que vacunar a cuatrocientos mil al día en España si queremos alcanzar la inmunidad de aquí a final de año, algo que sería lo más deseable en estos momentos, porque desgraciadamente no somos Israel, que ha vacunado ya a un 25% de su población con lo que la incidencia de enfermos se ha quedado en la mínima expresión.
Necesitamos también que se deshagan con rapidez los promontorios de nieve y las placas de hielo que tantas roturas de huesos están provocando a quienes quieren desafiar a los elementos saliendo a la calle como si no hubiera pandemia ni peligros para los viandantes. Pero somos así de estúpidos. Madrid, es cierto, está bastante ligera de tráfico y, en general, de gente, pero es chocante las personas que en lugar de guardarse en casa para aligerar las cifras de contagios aprovechando que las circunstancias climáticas son muy adversas, se echan a la calle a tirarse bolas de nieve y a pegarse resbalones innecesarios.
Ya dijimos la semana pasada que aunque 2020 ha quedado atrás no podemos hacernos ilusiones de que todo va a cambiar para bien, y de hecho la nevada que nos ha caído nos ha dejado claro que todo es susceptible de empeorar, aunque tampoco hay que ser ni pesimista ni agorero y tirar hacia adelante como mejor podamos, que individualmente también pueden hacerse cosas para tirar del carro común, que es el país y la vida misma, siempre que los obstáculos no sean excesivamente graves.
Se habla de la factura de la luz que sube en unos porcentajes intolerables, haciendo realidad otra mentira en las promesas sanchistas y hasta iglesistas, quienes aseguraron en campaña que se abarataría el coste de la energía en nuestros hogares. Todo es así, filfas a todo trapo mientras disfrutan de un bienestar que nunca habían vivido cuando solo eran unos mindundis buscavidas. Ahora son mindundis metidos a políticos a base de trampas y falsedades a granel.
El año no ha comenzado bien, es cierto, pero hay que enderezarlo como se enderezan los árboles torcidos por el peso de la nieve. No es que seamos zona catastrófica, somos país catastrófico y yo, como John Lennon, solo creo en mí y en mi esfuerzo por alzarme a mí misma y a los pocos que me rodean. Que la fuerza me acompañe. También a todos aquellos que ponen ahínco, empeño, disciplina y voluntad para que así sea. Amén.
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