Política
¿Pero tú nunca has sido facha?
Si el vídeo de la manifestación de La Marea no fuera una tragedia parecería un meme
Era un amigo de un amigo y también trabaja en un periódico, pero al decirle que yo empezaba en La Razón, me miró: «No sabía que eras facha». Lo afirmó con tanta contundencia que dudé: ¿era facha por trabajar en este periódico; soy facha, por tanto, ahora? A ver, no quiero matar a nadie, si tengo que elegir cómo me cae Soros diría que bien y no me gustan nada los fachalecos (aunque es verdad que esto último es porque no entiendo qué tiene esa prenda contra los brazos. También pasan frío, ¿vale? ¿Se les llamará fachaleco porque buscan un holocausto de brazos?).
También es verdad que estamos llenos de fachas, pues más o menos facha es quien no piensa como tú: si eres feminista, feminazi; si eres del Madrid, franquista y si vives en el Barrio de Salamanca, mejor no te digo lo que eres. La lista es inacabable: si crees que vives en una democracia, facha; si no tienes ni idea de quién era Pablo Hasel, facha; si consideras que quemar contenedores es equivocado, facha.
No me voy a ir de rositas. Yo también describo así a la gente a discreción. Facha era el profesor que nos examinó por sorpresa; fachas eran mis padres cuando me hacían madrugar, fachilla es ese columnista que todos sabemos y facha (y aquí puedo estar algo acertado) es ese partido político que también todos sabemos.Éramos tantos fachas por el mundo que, al final, nadie era facha.
Menos Isabel Peralta, la joven de 18 que hacía esa pequeña coreografía mientras soltaba barbaridades al micrófono en la manifestación de homenaje a la División Azul. Uno de los motivos para estar a favor de la libertad de expresión es que lo mejor es que hablen, sea un rapero o una estudiantes de Historia. Su discurso no aguanta dos frases.
En este periódico Isabel Peralta aseguró que se había entregado al fascismo. En la película «La llamada» de los Javis (si no te gustan los Javis eres facha) una adolescente recibe la llamada de Dios y, entre canciones y dudas, se entrega a su nueva fe. A los 18 años Steve Jobs sintió la llamada de la genialidad y tres años después, se entregó a Apple; a esa edad, Rafa Nadal ya había sentido la llamada del tenis y un año después se entregó Roland Garros.
Ya es mala suerte que entre todas las llamadas que puede hacerte la vida o los incansables comerciales de las telefónicas, descuelgues la del fascismo y no, qué sé yo, la de Orange.
Si el vídeo de la manifestación de La Marea no fuera una tragedia parecería un meme. Yo lo he visto tres veces: en la primera me eché las manos a la cabeza; en la segunda aún mantenía la esperanza de que saliese un tipo con un lazo gritando «inocente, inocente». Y la tercera, fue sólo por curiosidad: a ver si alguien llevaba un fachaleco.
Y nada tú.
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