Sociedad

Cambiaron a la niña por una burra

Con las penurias de la posguerra cosas así se veían seguramente como algo natural.

Ocurrió hace poco en Sevilla. Una madre, con la complicidad de los futuros suegros de la muchacha, intentó vender a su hija pequeña por tres mil euros. Era el trato de la boda forzada y convenida. Lo impidió la maestra de la niña, que denunció el caso a la Guardia Civil. La noticia me recuerda lo que cuenta Fermín Herrero en su libro de poemas “La gratitud”: el caso de la niña que cambiaron sus padres por una burra. No habla a humo de pajas. Se nota que conoce la historia de primera mano. Habla la protagonista: “Por una burra me vendieron, allá / sobre el año cincuenta, sólo le parecía / mal a la maestrilla. Y qué. En casa éramos / muchas bocas, demasiadas. En el pueblo / no queda ni una en pie, ahora, qué murria / cuando vuelvo. El destrozo y el desamparo estaban / ya entre nosotros. A mis padres, que en paz / descansen, no les guardo inquina, entonces era / así. Sé que lo hicieron por mi bien. Mis hijos / no me creen los pobres, por una burra me cambiaron”.

Sucedió en los años 50 en Acrijos, un pueblo vecino de Sarnago, cuando yo era niño; pero no oí a nadie comentarlo entonces, me acordaría. Con las penurias de la posguerra cosas así se veían seguramente como algo natural. Ahora Acrijos, cobijado en el monte, bajo la Cabeza del Calvo, entre estepas, robles y sabinares, es un cantarral poblado de fantasmas. Pero yo lo recuerdo lleno de vida y de buena gente: labradores humildes, cabreros, pastores y leñadores. Don Matías, que fue cura de Sarnago, Acrijos y Fuentebella por aquellas fechas y que era un sabio, descubrió en sus investigaciones, andando el tiempo, que la partida de bautismo más antigua de España era de uno de Acrijos. O sea que pueblos como éste vienen de muy lejos. Y están muertos. Acaso era inevitable. Pero ¡cuántos dramas silenciosos hoy, cuánta extrema necesidad oculta en la ciudad! ¡Cuánta infancia perdida! Y un detalle: como en el caso de Sevilla, la que se opone al inicuo trato de la niña de Acrijos es la maestra.

ACLARACIÓN: No fue el capitán de fragata Nicolás Larduy el que se infiltró en el golpe el 23-F, como indiqué aquí el martes, sino otro de los cuatro ayudantes militares del presidente Suárez. Lamento la confusión.