Pandemia

Un año de coronavirus: Y ya nadie se acuerda del papel higiénico

Recuérdalo: puedes vivir un año sin dar abrazos a tus padres o a tus abuelos, no vas a aguantar ni tres días sin papel de váter.

Nadie se acuerda del 15 marzo de 2020. El 14 quedó en nuestra memoria, pero del día siguiente es imposible tener un recuerdo nítido porque, básicamente, fue igual que el 16, que la semana siguiente, que el mes siguiente y que el año siguiente. Sin duda, ha sido el año más raro de nuestras vidas y algo ha tenido que cambiarnos, pues no se puede salir indemne de una situación así.

Lo que está claro es que no salimos mejores. En un arranque de optimismo alguien dijo que eso iba a pasar y el resto le creímos ya que, la verdad, no teníamos nada más a lo que agarrarnos. Encerrados en casa con la mismas personas todos los días y escuchando Resistiré a todas horas, no había ni una sola posibilidad de salir mejores que antes. Lo bueno es que rápidamente nos dimos cuenta de que es máxima era falsa y el objetivo consistió en no salir peores: yo estoy más gordo y más miope por las gafas empañadas. Objetivo, por tanto, no cumplido.

Un año después, sin embargo, aún me sigo tomando copas con amigos en zoom porque sólo veo ventajas a eso de terminar de beber y meterte en la cama. Ojalá se hubiese inventado en nuestra juventud, cuando se nos iba la vida en esperar a los búhos. Ahorras un montón de tiempo y dinero en taxis. Sin duda lo mejor de las reuniones por zoom han sido los fondos de pantalla: como eras incapaz de cambiar el que te había puesto tu hijo mientras daba clase, ibas a la reunión y detrás se veía la playa, el universo o la foto más ridícula de tu escritorio. O te convertías en un gato el día que como abogado, tenías que asistir a un tele juicio. El zoom es ya tan vital como la nevera. Un año después, por cierto, la lección fundamental y quizá la más importante es evidente: si tu pareja está en una videoconferencia, hagas lo que hagas, estés donde estés, vístete.

El zoom ha sido fundamental para el teletrabajo, ese invento del demonio. ¿Recuerdan cuando el 12 de marzo de 2020 estábamos como locos por trabajar desde casa?: estar en pijama delante del ordenador y levantarte sólo tres minutos antes de fichar porque por no hacer, no tenías ni que peinarte. Lo que no venía en el libro de instrucciones es que ibas a dejar de trabajar sólo tres minutos antes de irte a la cama.

Es que normalmente vamos tan deprisa, sin tiempo para nada, que no nos damos cuenta de lo que de verdad vale la pena. Como dice la frase, sucede que lo urgente no deja que veamos los importante. Este año puede haber servido para tomarnos un respiro y mirar con pausa, aunque sin tranquilidad, a lo que nos rodea. Así, por fin, tenemos clara nuestra escala de valores. Recuérdalo: puedes vivir un año sin dar abrazos a tus padres o a tus abuelos, no vas a aguantar ni tres días sin papel de váter.