Política
Del partidismo al fulanismo
«¿Acaso los «hunos» lo hacen bien? No, en absoluto, pero son los nuestros»
En la historia de la política española se reproduce con frecuencia una especie de «patología genética», el ejercicio consistente en potenciar la fragmentación y el debilitamiento de la sociedad; cuando más necesaria es su unión para abordar los grandes desafíos nacionales. Tan indeseable división social deriva de la lucha por el poder, a cualquier precio. No importa el coste que suponga para los ciudadanos, ni para los mismos políticos y el sistema vigente. Hace un siglo se desarrolló un episodio de este tipo, agravado por las secuelas de la finalización de la Primera Guerra Mundial. Ahora las circunstancias son bien diferentes, pero el camino del partidismo al fulanismo se repite. Lo que entre 1918-1923 se encomendaba a la manipulación electoral, ha pasado en nuestros días al dominio de la ideologización y la desinformación. La desconfianza, ante el creciente vaciado de la democracia, se combate con la movilización emocional más primaria: el miedo; colocando al ciudadano ante «dilemas existenciales»: ¡libertad o comunismo!; «derechos sociales o extrema derecha»... etc. En esa línea se presenta la primera de las grandes refriegas electorales que concluirá con las próximas elecciones generales.
En la cartelera del teatro político español se anuncia el drama Madrid, la madre de todas las batallas. Una ópera bufa, a pesar de todo, que tendría carácter de astracanada, si no fuera por la tragedia sobre la que se lleva a escena. Innumerables muertos, nunca mejor dicho, pues no hay número oficial creíble. La pandemia causante de tal desastre sin controlar y la vacunación, destinada a ponerla fin, diluida por la incompetencia. Más de cuatro millones de parados; según estadísticas oficiales, seis millones si incluimos a todos o casi todos. El hambre a la puerta de muchos españoles con el que, según los empresarios, juega el gobierno. El confinamiento y la ruina.
Como protagonista de la función aparece la Ayuso, en la que buena parte del público deposita su confianza. Pero haría bien «la Tigresa de Chamberí» no confiando en los buenos augurios de los Idus de marzo y esperar a que San Godofredo de Hildesheim, certifique el éxito de sus proyectos. La réplica correrá a cargo del Iglesias. No sabemos bien porqué, pues resulta dudoso que «el marqués de Galapagar» ceda su importante cuota de poder, en el mar de España, para ir a buscar nuevos tesoros en el proceloso estanque del Retiro. Apenas se ha anunciado su participación ha recibido ya no pocas críticas, sobre todo del sector feminista; empezando por Rita Maestre, «Terror de las capillas» y Teresa Rodríguez, «la Pasionaria del Sur». Asegura ésta que «el protector de los ancianos» se va del gobierno para vengarse de Errejón. Tampoco parece que combatir al «niño de Carmena» (no de Carmona) debiera ser un objetivo a la altura del héroe de «largos cabellos».
En el programa figuran además otros actores destacados, como «el seráfico» Gabilondo, al que se le ha ocurrido decir, para justificar su papel, que la Comunidad de Madrid necesita un gobierno decente (rubalcabismo puro con pequeños retoques) y –añade– que viva alejado de las luchas internas de los partidos. ¡Genial!, aunque no genuino. ¡Magnífico!, como corresponde. Completan el cartel Mónica García «la médica combatiente» cuya meta es hacer más Madrid, con riesgo de quedar en menos. Rocío Monasterio «la arquitectura española» con voz alta y clara; a cuyo jefe le recuerdan que no es el único patrón de España. Por último, Bal, en plena tormenta que arrasa el naranjal.
Mientras el empresario de la sala, Pedro «el Siniestro» no por su tendencia a utilizar la zurda (también la derecha cuando puede), sino por otras «virtudes», se frota las manos. No ha logrado los objetivos señalados, en principio; aunque se ha llevado por delante a Ciudadanos y apunta a la liquidación de Podemos; ganando espacios de cara a la confrontación definitiva. Además la pandemia queda en segundo término; la vacunación se podrá emplear para ganar votos; y Cataluña ¿? Entre tanto, Pablo «el Inmobiliario» busca edificios sin goteras; tarea política de gran calado sin duda.
Hace unos días, en el Parlamento andaluz, un diputado sorprendió a sus compañeros de legislatura con la frase pronunciada por Figueras, en la primavera de 1873, ante el comportamiento de los políticos de su entorno. Si entonces era comprensible la reacción de don Estanislao, a día de hoy, superado todo límite de indignidad, irresponsabilidad, ineficacia y desprecio a los ciudadanos; la inmensa mayoría del pueblo español bien podría decir a nuestros políticos lo mismo que el presidente del poder ejecutivo de la República decía entonces. Solo habría que cambiar el singular por el plural y la referencia a los causantes de la náusea: estamos hasta los c… de todos vosotros. No lo hará, aunque lo sienta y lo manifieste a todas horas, porque es prisionera de su pedestre ideologización. El ejemplo acabado de lo que Fernández de la Mora definía como ideología; o sea, una filosofía política, popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y desrealizada. Desde ella proclaman su impotencia con un «no se puede hacer nada …» aunque hay que votar a toda costa para impedir «que gobiernen los otros». ¿Acaso los «hunos» lo hacen bien? No, en absoluto, pero son los nuestros.
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