España

El país de la «Happy Hour»

Esto de ser el patio trasero de Europa, el solar del recreo, no mola demasiado

España es el nuevo cabaré de Europa. El Gobierno nos ha convertido en el Moulin Rouge del turismo de farra; en Le Chat Noir de los farloperos y otros cowboys de medianoche. El currante que vive solo en los madriles no puede largarse el finde para ver a la family porque el pueblo le cae en otra Comunidad Autónoma, que ahora son como la frontera del Far West, el territorio comanche o el Río Rojo de los que tanto se hablaba en los viejos filmes de John Ford. En cambio, se tolera esta gotera adolescente de franceses, alemanes o belgas que vienen a nuestras plazas a hacer la apología de la diversión nocturna que no les permiten en sus barrios.

Este país se ha convertido, como airea un chiste que corre por Twitter, en la «Happy Hour» de la UE. Aquí nos conformamos con hacer vecindario y aligerar las horas domésticas viendo las victorias del Atleti y rompiendo todos los récords del share con las confesiones de Rocío Carrasco sobre Antonio David, que el papel cuché, aunque sea oral y televisivo, siempre ha animado mucho. Mientras, en las rúas, las juventudes provenientes de otros páramos lingüísticos se aferran al «Typical Spanish» para desparramar y entregarse a las madrugadas que les han clausurado por sus patrias. La imagen que hemos trasladado a Europa no es la de una nación con cimientos culturales o asuntos de ese perfil, sino que esto es una especie de Magaluf sin ley, un Benidorm sin hora de cierre. Vamos, que se ha confundido a España con un 7-Eleven.

Esto de sostener el comercio, de rescatar la economía de su parón respiratorio y demás, está bien, pero esto quizá se hubiera resuelto mejor con la vida social que ya nos concedemos los de aquí, que ganas de marcha jamás han faltado en estas tierras, y no con esta importación gratuita de glebas que aparte de los cuatro duros que cuesta el calimocho y una pensión en la Puerta del Sol lo único que nos pueden aportar es más variantes de coronavirus. Queda la impresión de que el Gobierno se mueve más con borradores que con una constitución de normas reflexionadas y lo que sucede es que se está cayendo en un hemiciclo de contradicciones fragantes que no hay quien las defienda. Se critica a Díaz Ayuso por librar a Madrid de la política de perimetrajes que se ha extendido y no ser restrictiva con los horarios, pero se mantienen abiertos los aeropuertos para que los teutones y galos nos traigan más carga vírica, como si no tuviéramos suficiente. Esto de ser el patio trasero de Europa, el solar del recreo, no mola demasiado. Sobre todo, cuando se ha diseñado una campaña de vacunación más lenta que una eucaristía.