Elecciones autonómicas

Tránsfugas

El español suele ir a muerte con su ideología, lo mismo que con su equipo de fútbol.

Mira que aún la mitad de nuestros mayores de 80 no han sido inmunizados. Mira que Europa, asustada, se confina de nuevo, mira que persisten los problemas de Bruselas con las farmacéuticas. ¡Mira que la curva de contagios y de muertes vuelve a subir! Ciertos hospitales, discretamente, rehabilitan salas para más pacientes COVID. Volvemos a sumergirnos todos en el horror de otra ola pandémica sin haber comenzado siquiera la Semana Santa y aquí seguimos, asistiendo con la mascarilla puesta, fatigados, a episodios por desgracia conocidos, a reuniones entre Sanidad y las Autonomías que no fructifican en medidas comunes para todo el país. ¿De qué habla España estos días para escapar del monotema COVID? No nos engañemos. Mientras los periodistas os contamos el pan nuestro de cada día, en los poquitos bares que siguen abiertos el comentario general se desvía hacia lo más pasional, hacia el infierno del maltrato, hacia la lacra de la violencia de género. Sin entrar a juzgar a los personajes del último drama televisivo, una sabe bien que, en estas situaciones cronificadas, siempre los hijos son los más perjudicados. Y una sufre pensando en ellos. A otros les quita más el sueño la liga, que sigue reinando en los bares, como el clásico asunto recurrente. Pero ojo, ahora detecto que también se ha colado entre los cafés él fenómeno del transfuguismo. Con la convocatoria madrileña en puertas, que será la madre de todas las elecciones, España entera comenta las inciertas posibilidades del Pablo Iglesias “candidato”, el soso, serio y formal Gabilondo y su “dream team” diseñado en Moncloa, el futuro en penumbra de Ciudadanos, la posibilidad de que Díaz Ayuso arrase sin necesitar a VOX y, sobre todo, España alucina con la cambiante trayectoria de Toni Cantó: el valenciano nació en los platós, creció en UPyD, se convirtió después Ciudadano para ser fichado, sorprendentemente, por Génova. Los dos principales partidos, PSOE y PP, se han decidido a elaborar, desde sus respectivas cúpulas, una política de fichajes para listas apetecibles. El problema, señores, es que este país no se votan esas listas. El español suele ir a muerte con su ideología, lo mismo que con su equipo de fútbol. Y en un drama familiar, se pone del lado de aquel al que más comprende. Así somos... Puro sentimiento.