Semana Santa

«Carpe diem» de eternidad

Hoy, Sábado de soledad y silencio en esta Santa Semana, es jornada de transición entre el dolor de la muerte y la gloria de la Resurrección, y parece invitarnos a la reflexión acerca de dónde estamos y hacia dónde vamos en medio de este mundo tan agitado.

En definitiva, nos mueve a meditar hondamente sobre el sentido último de nuestra vida. ¿Para qué y por qué existimos? ¿Acaso somos un mero fruto del azar y de la evolución, como sostienen los negacionistas de los hechos que estos días conmemoramos? ¿O, por el contrario, no somos hijos de la simple casualidad y del tiempo y, por tanto, nuestra vida sí tiene un sentido? En este caso, ¿cuál es este? Discernir si se trata solo de sobrevivir en este mundo al que no pedimos venir y disfrutar del momento presente —el «carpe diem» horaciano—, o hacerlo viviendo en perspectiva de eternidad.

Éste es el gran dilema al que con nuestra razón y libertad, tenemos que dar adecuada respuesta. En función de cuál sea ésta, la vida se asume y experimenta de formas muy diversas. Una parte de la humanidad la ha encontrado a lo largo de la Historia en un sepulcro vacío y en un Hombre resucitado. Mañana se aparecerá en primicia a una mujer, y sus desmoralizados y desengañados discípulos descubrirán que no estaban equivocados. En efecto, Él es el Camino, la Verdad y la Vida. No promete el triunfo en este mundo, sino la Cruz, pero ésta siempre es gloriosa.