Periodismo

Boyero y Filmin

Los lectores adultos buscan cronistas capaces de llevarles la contraria

Descubro por un amigo que uno de los críticos de cine más emocionantes de este país, al que debo incontables horas de descubrimientos, conocimiento y placeres, un escritor íntegro, brillante, romántico, bronco, libérrimo y valiente, autor de páginas memorables, columnas para tatuarse, artículos de nicotina y oro, ha sido paseado por las redes sociales. Al parecer cometió la imperdonable audacia de criticar el tratamiento que una plataforma muy molona y muy cool dispensa al cine clásico. El crítico es Carlos Boyero y la plataforma Filmin, que respondió a una reseña con un comentario en redes usado como pistoletazo para el odio. Yo ya sé que Boyero pasa cantidad de lo que circule por las letrinas digitales. Pero asombra que la peña dispare contra el cronista y aplauda a la empresa, y que pida la cabeza del pistolero, de quien por todo patrimonio tiene una firma, mientras jalea el chistecito del community manager (juraría que así denominan a esos gilipollas). Luego, claro, mi amigo comentaba que no le sorprende que la mayoría de los críticos culturales escriba ya de perfil, ponderando lo que aprecian e ignorando el resto, no sea que les pase por encima un tsunami. Criticar, entonces, luce como sinónimo de repartir piropos más o menos merecidos. Un ejercicio para funambulistas fake, con red de protección y chaleco antibalas, que evitan argumentar sus objeciones y disimulan todo lo posible y más sus fobias. En el caso de Boyero sumen el odio inevitable que su triunfo provoca entre los miles de amargados que se creen mejores, más listos, más cultos, más guapos, convencidos de que han sido bendecidos por un ingenio y un gusto admirables. Darían lo que fuera por contarnos sus filias. No entienden por qué nadie lee sus hilos de Twitter ni sus blogs de mierda y que tampoco nos importen sus sesudas jeremiadas de aficionados a un cine que puede y debe criticarse. Los lectores adultos buscan cronistas capaces de llevarles la contraria, que los traten de adultos con criterio, y celebran la prosa y la mirada de alguien tan sobresaliente y lúcido como Carlos Boyero, uno de esos raros escritores que justifica los euros que cuesta el periódico.