Pedro Sánchez

Confianza

Sánchez lo tiene difícil para emanciparse de la retórica de la insinceridad

Esta semana pasada, una vez más, saltaron chispas entre presidente y presidenta. Sánchez puso en duda la veracidad de las cifras que facilita la Comunidad madrileña, lo cual es francamente curioso porque él representa al poder central que delega funciones en los poderes autonómicos. Por ese camino, si realmente desconfía de que suceda algo tan grave, no tiene más que coger las riendas, puesto que, para ello, nuestro ordenamiento legal le ha dado los instrumentos pertinentes. Pero él se dedicó más bien a tirar la piedra y esconder la mano aprovechando que andaba de viaje por Senegal y que desde allí el lanzamiento parecía más lejano y podía ocultar sus pulgares oponibles con más facilidad entre la fronda de la jungla.

La reacción de Ayuso no se hizo esperar. No se cortó un pelo y acusó al presidente del gobierno de instalarse en la mentira como forma de vida. Son palabras también mayores para provenir de una presidenta autonómica. Pero claro, para que su oponente pudiera rebatirlas sería necesario un currículo previo irreprochable. En las elecciones de hace un año y pico, Sánchez prometió –en el último día de campaña y ante las cámaras en directo de toda España– tres cosas. La primera fue una ley para defender la Constitución en los colegios. La segunda fue otra ley para ordenar el audiovisual público y evitar casos de propaganda sectaria como el de TV3, a quien mencionó explícitamente con nombres y apellidos. Y la tercera fue también una ley para que fuera delito promover referéndums ilegales y votaciones con trampas. Nueve meses después, no solo no ha cumplido ninguna de esas promesas, sino que su gobierno maniobra para reformar el código penal con el objeto de suavizar la calificación de la sedición. Como esos hechos son públicos, Sánchez lo tiene difícil para emanciparse de la retórica de la insinceridad que desde entonces le acompaña como una sombra. Ayuso es muy viva. Sabe como colocarle en una posición que resalte la cara de culpable del presidente. Pero tanta acusación mutua de mentiras pide un poco de cordura, no fuera a perjudicarse al final la confianza del votante en el propio sistema.