Política
Isabel Díaz Ayuso
Reivindica la tolerancia y los consensos que nos hicieron libres
De todos los partidos con posibilidades de ganar el 4 de mayo el único alineado en estos momentos con el 78, el único que en sus mejores versiones defiende un país de libres e iguales, es el PP de Isabel Díaz Ayuso. Ahora que los latifundistas de los coros y danzas, nostálgicos de lo más rancio, abandonan los mejores argumentos contra el nacionalismo y reclaman las sales esencialistas que tanto gustan a los cromañones periféricos, ahora, justo ahora, resulta más crucial que nunca la victoria de la candidata pintada por Julio Romero de Torres. Madrid, con Ayuso, ha vivido la marejada del virus y ha coagulado la sangría después de una primera ola devastadora. Sacó adelante una serie de políticas alabadas en toda Europa y despreciadas en España porque el odio es cada día más grueso y celebrar la gestión del rival puede situarte frente a los fusiles. A Díaz Ayuso los cabezones de la imagen y los gurús del pedrismo quisieron convertirla en gárgola de la ultraderecha, pero sus bravuconadas se estrellan contra los muros del Isabel Zendal, que tiene nombre de heroína científica y feminista. A la derecha de la presidenta palpita ya un voto turbio, Vox, cuyos carteles retroalimentan la asilvestrada deriva podémica. Cuando a la diputada de Vox, Rocío de Meer, le dieron una pedrada en un mitin, el diputado Pablo Echenique escribió que «sólo hizo falta un poco de ketchup para que se tragaran un bulo». Recuerdo las chirigotas voxistas cuando Pablo Iglesias e Irene Montero fueron acosados por las jauría en Asturias. Claro que Iglesias había definido antes los escraches como «jarabe democrático». A la izquierda de Vox luce un espacio democrático y liberal, mientras que a la derecha de Podemos resta el páramo de lo que fue el PSOE. Pensando en el futuro ojalá sobreviva Ciudadanos, nexo esencial para una hipotética «große koalition» si algún día remite la metástasis zapaterista. De momento Ayuso tiene el voto de Savater, Leguina y Redondo Terreros. Comandante de una ciudad luminosa, que no pide matrículas ni apellidos, parece salida de un fotograma junto a Paulette Goddard y reivindica la tolerancia y los consensos que nos hicieron libres.
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