Podemos

Guerracivilismo podemita

La llegada de Podemos a la política nacional ha supuesto un duro quebranto respecto al fruto de la Transición llevada a cabo tras la muerte de Franco: el Pacto Constitucional, un acuerdo histórico entre quienes procedían del franquismo –tanto del sociológico como del político– con los partidos sucesores de los derrotados en la Guerra Civil; es decir, UCD y AP por un lado, y PSOE y PCE-PSUC por otro. En un terreno intermedio pero también proactivo, estuvieron el catalanismo moderado del momento y el nacionalismo vasco, éste último más renuente. Carrillo primero y todos sus sucesores después hasta Anguita, actuaron lealmente dentro del marco constitucional, sin renunciar por ello a sus convicciones.

Con la llegada de Podemos y la traición al Pacto Constitucional por parte de Convergencia aliada con ERC, el espíritu de lealtad constitucional ha quedado dinamitado. Y, por si no bastara, Sánchez los ha colocado al frente de «la dirección del Estado», en palabras de Iglesias. Las consecuencias las estamos pagando los españoles, con una grave toxicidad en la política y serio riesgo de contaminar al conjunto de la sociedad. La actual campaña electoral de Madrid es un lamentable ejemplo al respecto, con Iglesias introduciendo una dialéctica guerracivilista y anticonstitucional inédita entre nosotros desde 1978, en clara connivencia del sanchismo gubernamental y socialista. Ese discurso de Podemos es incompatible con nuestra democracia, y no puede estar al mando de las instituciones. No nos puede gobernar un comunismo bolivariano. Una lección más de esta campaña que es necesario aplicar.