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El tiro perfecto, capítulo dos

Nada habría funcionado sin la ética de trabajo estajanovista de maestro y pupilo

«¿Sabes, Holger? El baloncesto es jazz», le dijo Ernie Butler, el primer jugador estadounidense en Alemania en la década de los 60, a Holger Geschwindner, uno de los grandes aleros de su país, capaz de anotar cien puntos en un partido. «Si te ciñes a un esquema, puede parecer jazz, pero sin la nota creativa no lo es», le insistía. Sin embargo, el «swing» no era el fuerte de Geschwindner, que se retiró después una estupenda carrera profesional y con estudios universitarios de física y matemáticas. Se dedicó a entrenar a jóvenes y un día se cruzó con un rubio espigado de 16 años que se llamaba Dirk Nowitzki.

Geschwindner llevaba a un amigo al pabellón a que tocase el saxofón mientras sus equipos entrenaban y les pedía que driblasen siguiendo sus oídos. Aplicaba pasos de vals y de esgrima, técnicas de respiración. Todos le tomaban por loco, así que, cuando sistematizó su método, como era consciente de los rumores sobre su salud mental, lo llamó «Institute for applied nonsense», el instituto del disparate o del sinsentido, lo que prefieran. A sus órdenes, Nowitzki se convirtió en el jugador más prometedor de Alemania. Geschwinder combinaba proverbios y poesía con un método muy alemán: desarrolló un programa informático que buscase el ángulo perfecto para lanzar a canasta y que descompusiera la mecánica de lanzamiento de cada individuo (desde los tobillos hasta las muñecas) para determinar cuál es la parábola virtuosa. Una mezcla de monje y de científico loco que le valió ambos apelativos: «El Einstein del baloncesto», anunciaban unos; «el colgado del baloncesto», querrás decir. Junto a él, Nowitzki se convirtió en el jugador alto (2,13 metros) que mejor mecánica, plasticidad y rango había tenido en la liga gracias a su juego de pies. También fue un adelantado a su época que demostró que el tiro perfecto no era cosa solo de escoltas. Puede decirse que anticipó el baloncesto del futuro, en realidad, el de hoy.

Nada habría funcionado sin la ética de trabajo estajanovista de maestro y pupilo. En un documental que puede verse en Movistar +, Kobe Bryant dice: «Cuando te preguntas qué sentido tiene, estás perdido. Es una especulación nociva. ¿Qué sentido tiene pasar 20 minutos más en esta maldita cancha? No te hagas esa pregunta, así es como se forjan los tiradores». Según cuenta la leyenda, Velimir Perasovic, que después de los partidos entrenaba y después de los entrenamientos se quedaba entrenando, llevaba un balón en el maletero del coche, por si se cruzaba con alguna cancha y le apetecía tirar un rato. A Gerschwinder le metieron en la cárcel porque se olvidó de hacer la declaración de la renta tres años seguidos. Aprovechó para ordenar la biblioteca de la prisión. Nowitzki, el primer jugador europeo de la historia en ser nombrado MVP, pagó su fianza.