Política

¡Están locos estos romanos!

«Se desvirtúa el papel de las instituciones y se daña al sistema democrático»

Más que a una reversión de la historia, a lo que ahora asistimos es a un barullo que desmiente la idea del progreso de la sociedad. La creación de un sindicato de derechas dentro de la órbita de un partido político –como ejemplifica la Solidaridad de Vox– nos remite al primer tercio del siglo XX; o sea, a la época en la que el fascismo, por un lado, y el conservadurismo, por otro, alimentaban una concepción corporativa del sistema político. Pero en nuestro mundo actual se nos antoja como una rareza, un engendro retrógrado, impropio de la democracia liberal –por mucho que, en ella, queden residuos sindicales vinculados con los partidos de izquierda–. Sin embargo, en lo que últimamente se ha rizado el rizo no es en eso, sino en la promoción desde esa misma izquierda de una entidad patronal destinada al doble papel de meterle el dedo en el ojo a las organizaciones ya establecidas y de apoyar incondicionalmente el sanchismo –que, de esta manera, también restaura el viejo corporativismo–. No otra cosa es la Conpymes apadrinada por la ministra comunista de Trabajo y la consorte del presidente del Gobierno, con relación a la CEOE y Cepyme, añadiéndose además una vinculación con el nacionalismo independentista catalán. ¡Menuda mezcla! Ni al célebre Willi Münzenberg –el principal agente de Stalin en la organización de los compañeros de viaje del PCUS y la Komintern– se le habría ocurrido tan exótica y fascinante idea. Claro que Münzenberg fue un apparátchik talentoso, un propagandista, un genio de la desinformación, un seductor de intelectuales; y no parece que ninguna de estas capacidades adornen el currículo de las dos mencionadas –por más que la una haya llegado hasta la vicepresidencia del ejecutivo y la otra ejerza de catedrática extraordinaria en la Universidad Complutense, sin título habilitador pero con financiación de la Fundación La Caixa–, ni el de su mentor monclovita.

Sin duda todo esto es una algarabía que desvirtúa el papel de las instituciones y daña al sistema democrático. Un follón incomprensible que nos deja perplejos. Como decía Obélix, «están locos estos romanos».