Protestas

Hostilidades a la carta

La voluntad movilizadora de la izquierda y de todas sus terminales suele estar directamente relacionada con el color político que ostenta el poder en cada momento

“La situación en España es intolerable, nada funciona. Cuando vuelvan a gobernar las derechas se van a enterar en la calle de lo que es bueno”. La cita obviamente obedece a una viñeta de humor que pude ver en prensa hace pocas semanas mostrando la conversación de dos “indignados” sindicalistas. Todo un documento a propósito de lo que suele ocurrir y todo un presagio de lo que podría avecinarse con un gobierno del partido popular apoyado parlamentariamente por los escaños de Vox, o lo que es igual, un panorama político en línea con lo que arrojan encuestas como las de este periódico de celebrarse ahora elecciones generales. La voluntad movilizadora de la izquierda y de todas sus terminales suele estar directamente relacionada con el color político que ostenta el poder en cada momento y sobre esto, -pregúntese por ejemplo a la presidenta madrileña Díaz Ayuso- esa movilización suele ser inmisericorde.

En estos últimos días venimos contemplando un más que indicativo aumento de la utilización política que desde algunas formaciones pretende hacerse de hechos especialmente luctuosos llegando a establecerse un “totum revolutum” en el que se mezclan -casi se identifican- abyectos crímenes con cuestiones relacionadas con el debate político. El brutal asesinato de un joven en A Coruña, el repugnante episodio de las dos niñas secuestradas y asesinadas por su padre en Tenerife y algunos otros bien elegidos, acaban por convertirse peligrosamente en arma arrojadiza contra gobiernos de turno, curiosamente de derechas como acabamos de ver con manifestaciones como la celebrada en Madrid esta misma semana para, a propósito de la muerte del joven a las puertas de una discoteca coruñesa cargar contra la presidenta de la Comunidad de Madrid por “homófoba” entre otras lindezas.

Cuando se traslada la oposición a la calle con discursos como mínimo torticeros, las cosas suelen acabar peor que mal. Resultan especialmente indicativas encuestas como la de la universidad de Murcia en la que se detecta una creciente hostilidad entre electores de distinto signo político a nivel nacional-sobre todo entre los mayores que curiosamente no utilizan las redes sociales- acercándose directamente a niveles de intolerancia. Calentar a la feligresía tiene sus riesgos, sobre todo cuando se la espolea contra el adversario político una vez llegado al gobierno. Tal vez por ello más de uno se pregunte qué pasaría si la derecha vuelve a la Moncloa. ¿Saben cuántas manifestaciones le han montado a Díaz Ayuso desde su reciente investidura? Treinta y ocho.