Tribunal Constitucional

Sánchez o «la ley soy yo»

El fallo del TC sobre el estado de alarma ratifica que para él la ley es papel mojado, porque la ley es él

Pedro Sánchez y Luis XIV se parecen en algo: no se cortan a la hora de fardar de absolutismo. Y los dos han presumido de ello siendo muy jóvenes: el monarca de la dinastía de los Capetos pronunció su frase para la historia, «el Estado soy yo», con apenas 16 años en el Parlamento de París. No en vano, había sido proclamado Rey de Francia antes incluso de tener uso de razón, con cinco añitos. Nuestro todavía presidente llegó al trono, y digo bien porque se cree el jefe del Estado, con 46 años, 32 menos de los que acumulaba Biden cuando juró el cargo posando su mano sobre la Biblia. Vamos, que era un chaval, aunque sus 46 años palidecen al lado de los 40 de Felipe González en 1982 o los 43 de Aznar en 1996. Muy joven, en cualquier caso. El primer gran tic absolutista de nuestro Rey Sol se produjo en una entrevista en Radio Nacional en 2019 cuando, con su personal e intransferible chulería, preguntó al preguntador: «¿De quién depende la Fiscalía?». El pobre entrevistador, que debía estar haciéndose popó, agachó la cabeza y respondió: «Del Gobierno». El periodista había osado poner en tela de juicio su promesa de traer de vuelta a España a Puigdemont. Los pasajes totalitarios de nuestro Rey Sol dan ya para escribir más tomos que los 45 que conforman los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós. Uno de ellos es esa práctica convertida en costumbre de convocar ruedas de prensa en las que se prohíbe formular preguntas, como si fuera Putin, Erdogan, Maduro o ese Díaz-Canel al que no se atreve a llamar lo que es, «dictador». Claro que en este caso la culpa no es tanto del que chulea como de los que se dejan chulear, los compañeros que hacen Moncloa, que deberían levantarse y dejar al pájaro con un palmo de narices. Esta repugnante manera de actuar con la prensa tiene ilustres imitadores como la nueva ministra de Justicia, como se comprobó el miércoles cuando salió a criticar al Constitucional. Otra peligrosa macarrada del personaje fue su intento de importar el modelo bolivariano de elección del Consejo del Poder Judicial, suprimiendo la mayoría cualificada de dos quintos del Congreso para dejarla reducida a esos 176 escaños que logra en un pispás con sus socios bilduetarras, golpistas y comunistas. La pandemia ha sido la excusa perfecta del presidente menos votado y querido de la democracia para imponer su diktat. La persecución en las redes de desafectos al Gobierno, tal y como reconoció el general de la Guardia Civil José Manuel Santiago, sus ilegales trapicheos para no dar la cara en el Parlamento o esa Ley de Seguridad Nacional que le permitirá confiscar bienes particulares o semiintervenir medios son otros ejemplos del peligro que es nuestro protagonista para las libertades que tanto costó recuperar. El fallo del Constitucional sobre el estado de alarma ratifica que para él la ley es papel mojado, porque la ley es él. Menos mal que aún quedan magistrados que le paran los pies. Mientras ellos sigan ahí, firmes, independientes e insobornables, continuará habiendo esperanza. Son el último dique de contención a este chulesco aspirante a tirano. El día que ellos flaqueen y el periodismo libre desaparezca, estaremos perdidos y volveremos a las tinieblas. No es una hipérbole. Es la España de Sánchez.