Redes sociales
Rebeca y los imbéciles
Rebeca no va de mujercita frágil. Disparan contra ella por significarse públicamente
Rebeca Argudo llegó a Facebook como Gerda Taro a la Guerra Civil y Mailer al combate del siglo. Con el macuto cargado de chulería y verdad. No tiene acciones del Ibex 35 y no pertenece a un partido. Tampoco aspira a que le den un chollo. Le vale madre si sus artículos rompen vajillas. Sabe que estamos expuestos al chaparrón del odio. Son cientos los resentidos, asados en paranoias como gambones en carne viva. Miserables hasta el culo de veneno y mala follá. Internet, ágora resplandeciente, tiene también sus pasillos intoxicados. Su runrún de bots torvos. Su guateque de infundios y calumnias. Rebeca, que al igual que Sinatra más que voz vende talento, está obsesionada con la libertad y se las ha visto con miserables con nombres y apellidos. Ha vivido en un trópico muy poco utópico. Conoce los huracanes y cómo cantan los terremotos. También ha toreado frente a las hienas anónimas, de esas que alegran las tardes de las redes sociales empapadas con buches agrios. Pero su valor, su genio y su coraje no garantizan que sea indestructible. Mi compañera de Contracultura, una de nuestras mejores columnistas, desde luego la más arrojada y cachonda, no contaba con las maniobras de un boludo que intenta suplantarla. Un perfil falso va por los pastos del Facebook asegurando mediante mensajes privados que, en efecto, es Rebeca. Al mismo tiempo copia su música, sus tics y muletillas. En el perfil aparece una mujer de un vídeo facha con un calamar, en claro guiño al pulpo de Jules & Rebs, nuestra serie gráfica de Contracultura. Aprovecha para difundir mensajes filofascistas simulando que es ella quien lo hace. Les cuento todo esto porque, lejos de ser cuitas de columnistas, versión viejoven de las riñas de patio de colegio, estamos ante un fenómeno que nos afecta a todos. Hablo de proteger la libertad de expresión y defender el derecho al honor. Hay quien se ampara en el anonimato de las redes para desenfundar al energúmeno que es en realidad, libre de las normas sociales que impone la vida ahí fuera. Como si internet fuese un territorio comanche. Sin más ley que la del más cafre ni otro requisito moral que estar al día en el pago de la conexión. Cuando uno participa del debate público con el dni entre los dientes, con su nombre y apellidos por delante y dando la cara, la lucha es desigual si el de enfrente lo hace, ya no escondido y agazapado, sino jugando con el perjuicio y desprestigio que ocasiona apoderarse de nuestro único patrimonio: nuestra firma. Rebeca no va de mujercita frágil. Disparan contra ella por significarse públicamente. Si obedeciera las coreografías del pensamiento reaccionario, si fuera de dama vapuleada por el sistema, ya habrían salido a defenderla en tromba. Por ser mujer, claro, y entonces esto sería violencia machista y blablablá. Pero no lo es. Con lo que ancha es Castilla y que la zurzan. Sólo espero que denuncie y gane. Y después gastarnos el dinero a la manera de Chavela y José Alfredo, en libros, noche y tequilas.
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