Opinión

Con mi maleta llena de anticuerpos

Antonio Burgueño

Hace ya meses que no se me ocurre escribir ni comentar los acontecimientos alrededor de la pandemia del covid 19. El hartazgo de la sociedad coincide con la propia desgana que proporciona la comunicación constante sobre la evolución de la enfermedad. Y al menos, mi silencio consigue una parte de calma del atosigamiento universal.

Decíamos ayer que estamos en una pandemia, es decir, la entera humanidad actual, no de «neandertales», Troglo (caverna) ditas (habitantes), sino de «urbanitas», por tanto más expuestos que aquellos al contagio por un virus de demostrada eficacia transmisora y moderada, aunque demostrada, letalidad. Y no se han enterado de ello, dos años después, las mentes que gobiernan el mundo y que en un minuto hacen recorrer una «estúpida ocurrencia» por toda la audiencia universal.

Un virus que requiere métodos eficaces de tratamiento de los que carecemos cuando se ceba en algunos enfermos, ya sean mayores o sanísimos jóvenes. Y que se ha demostrado una eficacia relativa de unas vacunas, las de hoy y para las cepas de hoy. ¿Sabe algún «experto» virólogo, o algún oráculo social, cómo puede ser la próxima mutación del virus? ¿Más contagioso? ¿Más letal? ¿Más aclimatado al organismo humano como su pariente el VIH?

Si la contestación a estos retos es «no sabe», «no contesta». ¿Qué debería hacer la politizada e in «experta» OMS? O nos mete a más de ocho mil millones en el «troglo» en cuarentena y parece ser que no les fue útil a los citados primitivos. O nos ponemos todos, los ocho mil millones, al mismo tiempo las vacunas que tenemos. Que no se enfaden muchos amigos míos, que creen como yo en la responsabilidad individual. Pero, al menos, mientras los que aceptan mi argumento se vacunan, los demás se meten en el «troglo» la cuarentena de esta enfermedad.

¡Ah!. ¡Ya! No tenemos vacunas para todos. Claro es evidente que los grandes oráculos de la política universal no han sabido hacer otra cosa más que discutir sobre si la obligatoriedad, sobre si la nacionalización de las fábricas, etc.

Mientras que la lógica era proponer, generar, facilitar, capitalizar la creación y multiplicación de las fábricas de vacunas en todo el mundo, su distribución y la universalización de la aplicación, para que antes de un tiempo prudencial la humanidad entera quede inmunizada con uno u otro tipo de vacuna.

Quizás algún pensador despectivo y orgulloso de sí mismo diría «es una pandemia, estúpido», no te hagas el listo de vacunar al 70, al 80 o al 100 por ciento para hacer rebaño, porque el de la aldea de al lado puede estar introduciendo un cambio mutacional.