Afganistán

Canela Fina | Ni Cristo ni Buda ni Marx, solo Mahoma

El sentimiento profundo del pueblo de Afganistán, a pesar de la presencia occidental, se enciende con el Islam

La ambición de un primo del rey Mohamed Zahir, que envió al monarca al exilio en 1973, destruyó la estabilidad afgana. Desde entonces todo han sido invasiones, opresión, fanatismo o caos. Visité Afganistán por primera vez en 1965. Emilio García Gómez, embajador en Turquía, lo era también en Kabul. Académico de la Real Academia Española, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, García Gómez está considerado como el primer arabista del siglo XX español. Gran amigo de García Lorca me contó los últimos días del poeta asesinado. El hotel en que me alojé en Kabul se llamaba Spinzar o algo parecido. Costaba 7 dólares la habitación y por 45 afganíes, es decir, por un dólar, tanto en el restaurante del hotel como en el elegante Khyber se comía bien sin que faltara el pilaus, un estupendo arroz con pollo.

El embajador me llevó por una carretera atroz a ver los budas de Bamiyán, gigantescas esculturas del arte greco-budista, esculpidas en la roca arenisca. Paseamos al día siguiente en Kabul por los jardines de Rishkov y me pidió que le acompañara a una recepción en Karezmir, una de las residencias del Rey, un palacio un poco cutre, repleto, eso sí, de criados, ujieres, militares y chambelanes, vestidos de cangrejos. El Rey me pareció jovencísimo y no lo era. Tenía 50 años. Le saludé a la europea. García Gómez me dijo: «El día que Afganistán no cuente con la autoridad de Zahir no habrá quién domine este país». El que fuera presidente de la República, Hamid Karzai, lo sabía muy bien y contó con el Rey para todo. Lo trajo del exilio y le hizo presidir la Loya Jirga, especie de Asamblea nacional. Pero el monarca tenía 90 años. Así es que se murió en su palacio cutre y, tras dos décadas, el terrorismo talibán se ha adueñado de la nación, gracias a la retirada estadounidense.

Ante las mediocres pero gigantescas esculturas de los budas de Bamiyán, García Gómez me dio una teórica sobre la historia del país y concluyó, lo recuerdo muy bien, afirmando: «Ni Cristo ni Buda ni Marx. Solo Mahoma. El sentimiento profundo del pueblo de Afganistán se enciende con la religión islámica».