Guerra en Afganistán

Burkas, torturas y asesinatos

«El fin de la evacuación es el comienzo del horror sin límites en Afganistán»

Ya está. La presencia aliada ha llegado a su fin. Afganistán está en manos de los talibanes. Este viernes llegaba a Torrejón el último vuelo español desde Kabul con algunos refugiados, militares, fuerzas de seguridad y el embajador y su segunda. Todos ellos merecen nuestro respeto y admiración. Lo que han vivido es tan espantoso como inenarrable. Hay que haber estado para entender la auténtica dimensión de un desastre humanitario que ya no tiene solución. Alrededor de doscientos mil afganos quedan abandonados a su suerte mientras seguiremos desde nuestros cómodos hogares la evolución de la tragedia. No dudo de que nos sentimos conmovidos y seríamos felices si pudieran ser rescatados, pero no es posible. Los que han conseguido huir sufrirán el brutal desarraigo de perder su país, sus casas y sus trabajos. Es verdad que han salvado la vida y serán acogidos con una razonable generosidad por unos países que fueron incapaces de ganar una guerra y organizar una retirada ordenada. La vida les resultará muy dura, porque a pesar del afecto que se les pueda transmitir vivirán en unos países que no conocen. La adaptación es siempre complicada.

No voy a entrar en las declaraciones pomposas que escucho estos días, porque me producen vergüenza ajena. No sé qué esperan hacer los líderes occidentales desde sus lujosas residencias oficiales de Washington, Madrid, Londres, París, Berlín…, no lo sé, sinceramente, porque no hay una nueva fase posible de evacuación salvo que alguien sea tan ingenuo en pensar que los talibanes serán generosos. Lo que sabemos con certeza en este momento es que ha regresado el burka, las torturas y las ejecuciones. Los antiguos colaboradores son perseguidos y detenidos. Han desatado una brutal represión contra las minorías que odian como sucede con los hazara. A los talibanes les gusta masacrar a sus enemigos, un término tan amplio como difuso, y han llegado para quedarse. Es evidente que cometerán todo tipo de atrocidades con tal de mantenerse en el poder. No les importa la opinión pública occidental y están felices de haber derrotado a Estados Unidos y a sus aliados. Es lo que le sucede también al Daesh, ya que su masacre en Kabul le ha permitido conseguir que se acelerara la huida estadounidense. El fin de la evacuación es el comienzo del horror sin límites en Afganistán.