Vacunación

Inmunidad, no; pero rebaño, sí

Notas del 31 de agosto. Está el maíz más alto que el kilovatio-hora. “Dijo Sánchez” ya se ha convertido en un género literario. “Dijo Sánchez” que mi Españita andaría sobre estas fechas bailando la balalaika de la recuperación económica y se venden órganos para poner la lavadora. Pero también “dijo Sánchez” que a final de verano llegaríamos al 70% de la población vacunada y acertó.

Que esto se haya acabado ya es otra cosa. Sentirse a salvo es una cosa cada vez más rara. En otro día, parado ante la levedad de una flor a la orilla del camino viví, ajeno a la pandemia una contemplación inocente propia de 1994. Después regresé a la ciudad y me reconocí de nuevo embarcado en una dichosa prudencia supersticiosa de la que reniego a cada día. Las probabilidades de contagiarse tocando una superficie contaminada son de una entre 10.000, pero se siguen frotando las barandillas como si fueran la lámpara mágica. La línea entre la recomendación científica y la superchería es cada vez más fina. Por Madrid, rompeolas de todas las encuestas, me encuentro con tipos que pasean solo por la calle con mascarilla y se la quitan para sentarse en el comedor de un restaurante. Otros comen sin mascarilla y se la ponen muy concienciados cuando se levantan al baño; será que el Covid se contagia de pie, pero no sentado.

No sé qué hierbas prenden en el corazón de usted, pero detecto en la gente un anhelo de normativa, una nostalgia de flechita, de raya en el suelo, de limitación de aforo, pasaporte, código QR, de codito y de cola en la puerta del bar, de vieja de visillo y de manual de instrucciones de una nueva vida más segura, más práctica y más terrible donde los jueces estorban, el parlamento es un engorro ante el sacrosanto objetivo de suspender las libertades de los ciudadanos y lo que haga falta. Pero lo que haga falta, lo que haga falta. “Más mano dura contra el que se salta la norma”, escucho decir, y hay gente a la que le abren la cabeza por arrimarse demasiado en una cola. En Oropesa te clavan 750 euros de multa por poner la sombrilla en primera línea de playa para coger sitio. Poco me parece; mejor que le den un tiro. Tendríamos que haber alcanzado la inmunidad de rebaño y por ahora, solo tenemos el rebaño.