Política
CGPJ: cuán largo me lo fiais
Son dos políticos que se llevan fatal, algo que no sorprende ni a tirios ni troyanos
No hay duda de que nuestros políticos se toman a veces los temas importantes con una enorme calma. Nuestros clásicos están llenos de referencias a esta deleznable práctica. Todos recordamos la expresión del Quijote de «Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho». Es, sin duda, un grato tópico literario, pero está bien que lo utilicemos cuando convenga. Lo encontramos en otras obras como «El burlador de Sevilla», de Tirso de Molina, o «Don Juan Tenorio», de Zorrilla. Ha sido siempre muy oportuna, porque refleja ese espíritu hispano de alargar en el tiempo un asunto e incluso esperar a que quede en el olvido. Es algo que percibo cada vez que alguien tiene la ocurrencia política de crear una comisión o un grupo de estudio. He de reconocer que hasta este jueves pensaba que para la renovación de los órganos constitucionales podíamos acudir al «cuán largo me lo fiais amigos Sánchez y Casado». Un mal de nuestra política debe ser que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición se detestan por encima de lo que sería razonable. En el caso actual, la relación no puede ser peor, aunque en alguna ocasión, pocas por cierto, guardan las formas. La realidad es que Casado anunció su propuesta de negociar el miércoles y ese mismo día lo resolvían Bolaños y García Egea en una reunión improvisada sin mayores problemas. La consiguiente pregunta es por qué han tardado tanto. Los hagiógrafos sanchistas, muchos de los cuales eran sus viscerales detractores hasta que llegó a La Moncloa, culparán al PP que, por definición, es la encarnación de todos los males políticos y lo más aproximado a las plagas de Egipto en versión parlamentaria. Por supuesto, la otra interpretación pasa por culpar a Sánchez, que es la reencarnación de Samael, aunque tras su periplo estadounidense algunos pensarán podría ser Asmodeus. Me quedo con que son dos políticos que se llevan fatal, algo que no sorprende ni a tirios ni troyanos. Ahora han resuelto lo que era desde el primer momento muy fácil, aunque llevábamos años pendientes de la renovación de Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo, que, por cierto, es un gran chollo. En cambio, el CGPJ queda para largo, aunque nunca se sabe si volverá a imperar el sentido común.
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