Venezuela

Cada vez más banana republic

O los jueces dejan de ser cómplices y se levantan contra esta panda de fascistoides o la democracia tiene los días contados

La calidad de una democracia es directamente proporcional a la profundidad de la división de poderes. A mayor separación entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial más se aproxima a ese ideal de régimen de libertades caracterizado por un sistema de check and balances, controles y contrapesos que imposibilitan cualquier tentación autoritaria o absolutista. España rozó durante la Transición ese círculo virtuoso que rige en ese Reino Unido y en esos EEUU a los que ya nos gustaría parecernos los días de fiesta. Fue llegar el PSOE al poder e irse al carajo ese sistema de nominación del CGPJ que prescribe la Constitución: 12 por magistrados y los ocho restantes por el Congreso y el Senado. La ley orgánica del Poder Judicial malparida por el primer Gobierno de González en 1985, con la consabida frase de Alfonso Guerra, «Montesquieu ha muerto», mandó al carajo la independencia judicial. Consecuencia: desde el Rey Juan Carlos hasta el último concejal de la España más profunda han hecho lo que se les ha pasado por el forro de las gónadas en estos 36 años. Seguimos instalados, Gallardón dixit, en ese «obsceno obstáculo» que supone «que los políticos elijan a los magistrados que luego los tienen que juzgar». El retrato se completa recordando que el Gobierno digita al número 1 de una Fiscalía que se rige por el principio de dependencia jerárquica. Esta semana hemos tenido ración triple de este insultante dominio del Ejecutivo. El primero es para mear y no echar gota. PP y Vox recurrieron el impresentable nombramiento de Dolores Delgado que, además de no ser fiscal de Sala del Supremo, echó mano de portón giratorio para pasar del Ministerio de Justicia a la Fiscalía General sin solución de continuidad. La Sala de lo Contencioso del Supremo ni siquiera entró en el fondo de la cuestión, se limitó a zanjarlo todo de manera salomónica basándose en el trilero argumento de que tanto el partido de Casado como el de Abascal “carecen de legitimación” para apelar. Yo me pregunto: si las dos principales formaciones de la oposición no tienen legitimidad para cuestionar legalmente la elección de Delgado, ¿quién coño la ostenta? ¿El Pato Donald? La semana trágica prosiguió con otro disparate nivel Dios: la chulería de la presidenta del Congreso, la filoindepe Batet, que se negó a botar de la Cámara Baja a El Rastas Alberto Rodríguez tras ser condenado e inhabilitado por la Sala de lo Penal del Supremo por patear a un policía. No sólo eso: forzó un informe de los letrados de las Cortes, sin firma alguna, rechazando la expulsión. Finalmente, ha tenido que recular tras la elegante pero no menos contundente advertencia de Marchena. La última, tal vez la más grave, es un escándalo más propio de esa Rusia del envenenador Putin que de un país occidental miembro de pleno de derecho de la UE. El rechazo de Interior a conceder asilo a Hugo Carvajal, alias El Pollo, jefe del espionaje de Hugo Chávez, y la decisión de la Audiencia Nacional de extraditarle justo cuando estaba empezando a revelar al juez García-Castellón la financiación de Podemos por parte de Cuba y Venezuela, serían normales en Rusia pero deberían constituir anatema por estos pagos. Qué mala pinta tiene esta España constitucional que con tanta ilusión levantamos tras 40 años de dictadura. O los jueces dejan de ser cómplices activos o pasivos y se levantan contra esta panda de fascistoides o la democracia tiene los días contados. Ni más ni menos. ¿Qué queremos ser? ¿Rusia, Turquía e incluso Venezuela, o Reino Unido, EEUU, Alemania o Suecia? Banana republic o democracia, ésa es la cuestión.