Opinión

El vía crucis de Pedro Sánchez

Ahora le toca la reforma laboral, que es el juguete de la vicepresidenta para impulsar su plataforma electoral

La disparatada deriva radical que ha elegido Podemos permite decir que tenemos un Gobierno que anda a garrotazos entre ellos. Lo estamos viendo con la derogación de la reforma laboral y los ataques contra el Supremo, el CGPJ y la presidenta socialista del Congreso, Meritxell Batet. Sánchez vuelve a sufrir la oposición dentro del consejo de ministros, aunque sus socios deberían recordar que tiene una resistencia ilimitada y sabe que lo tiene todo a su favor. A pesar de las bravuconadas de las ministras podemitas, la realidad es que no se pueden permitir el lujo de romper la coalición. No les interesa perder los bien remunerados cargos y las prebendas que gozan, pero lo que es más importante es que hay centenares de dirigentes de la formación que están colocados como altos cargos y asesores. Por ello, no tienen ningún interés de abandonar el pesebre gubernamental para irse al paro o a los modestos empleos que tenían antes de beneficiarse del ascensor social. Tras ocupar los lujosos despachos, montarse en los coches oficiales, recibir unos sueldos muy por encima de la demagogia de vivir con poco más que el salario mínimo y disponer de gastos de representación, no parece que les complazca regresar al pasado.

El sueño de cualquier político, lo reconozca o no, es sentarse en La Moncloa. Sánchez ha sufrido un auténtico calvario desde que ganó las primarias y fue defenestrado, pero ha seguido hasta ahora que le toca sufrir los vaivenes de un grupo en decadencia que se aferra a Yolanda Díaz para sobrevivir. Es un liderazgo sometido a un vía crucis laico donde se suceden las «estaciones del poder», en lugar de la cruz, pero no por ello menos dolorosas. Ahora le toca la reforma laboral, que es el juguete de la vicepresidenta para impulsar su plataforma para las próximas generales. Es un auténtico despropósito que nos puede causar graves problemas con Bruselas y en el que se quiere dinamitar el frágil consenso social imponiendo unas medidas radicales que buscan un rédito electoral sin importar las graves consecuencias que tendrían para la economía nacional. En este sistema de «juego de tronos», que tanto gustaba a Iglesias y Montero, ahora corresponde el asalto al reino de La Moncloa. No obstante, las famélicas huestes podemitas lo tienen complicado.