Política

No basta la economía para ganar

«Lo de ganar es irrelevante, porque lo fundamental es sumar y no hay duda de que comunistas, antisistema, independentistas y bilduetarras le apoyarán sin fisuras»

Hace años se puso de moda la frase «Es la economía, estúpido» a raíz de su utilización en las presidenciales de 1992, cuando Clinton derrotó a Bush. El primero era el aspirante y el segundo era el seguro vencedor por sus éxitos en política exterior y tenía una enorme popularidad.

Había sido vicepresidente con Reagan y nada indicaba que el gobernador de Arkansas pudiera conseguir la victoria. James Carville, el estratega demócrata, propuso una estrategia basada en los problemas que afectaban a los estadounidenses. Por ello, colgó un letrero en la sede de Clinton en Little Rock que decía: «Cambio vs. más de lo mismo (Change vs. more of the same), La economía, estúpido (The economy, stupid); y No olvidar el sistema de salud (Don’t forget health care)».

Eran unos eslóganes para el equipo, pero la segunda frase se convirtió de facto en el hilo conductor de la campaña de Clinton. Al final, la frase, añadiendo el «es», se incorporó a la cultura política y popular siendo utilizada de numerosas formas y con gran éxito.

La economía es muy importante, pero no es lo único importante. Es algo que conviene no olvidar, porque se pueden perder unas elecciones o el gobierno. Fue el gran error de Rajoy, que abrazó con fervor la tecnocracia y se preocupó sólo de la prima de riesgo y el resto de indicadores económicos.

La política no es cantar los temas para ganar unas oposiciones a funcionario. Es curioso que la mayoría de los líderes nacionales de AP y luego del PP han sido altos funcionarios del Estado. Fraga era catedrático de Derecho Político, diplomático y letrado de las Cortes, Hernández Mancha, abogado del Estado, Aznar, inspector de Hacienda y Rajoy, registrador de la Propiedad. Es algo que imprime carácter.

Las elecciones se ganan haciendo política, que puede hacer más o menos hincapié en la economía, pero nunca se pueden olvidar otros aspectos que también preocupan a los ciudadanos. Al PP le pasó factura la corrupción y los numerosos incumplimientos electorales consiguiendo que Ciudadanos y luego Vox le comieran el terreno.

La estrategia de Moncloa pasa por la economía, como se vio con la remodelación ministerial, ya que Sánchez decidió extinguir la vicepresidencia política, algo realmente sorprendente, y crear tres vicepresidencias económicas.

El PSOE perdió el Gobierno cuando la economía iba mal, como sucedió en 1996 y 2011. Esta idea ha dado lugar a la teoría de que una recuperación económica favorece las expectativas de mantener el poder tras las próximas generales. Lo de ganar es irrelevante, porque lo fundamental es sumar y no hay duda de que comunistas, antisistema, independentistas y bilduetarras le apoyarán sin fisuras. Hace unos meses parecía que la idea de «Es la economía, estúpido» era la única acertada, porque la poderosa máquina propagandística de la izquierda, que es realmente imbatible en circunstancias normales, ya se encargaba de trasladar los mensajes de buen rollo sobre el gobierno más preocupado de la Historia, si me permiten del mundo, por los más desfavorecidos.

Este eslogan puede convertirse en un pesado lastre, porque los indicadores económicos son realmente inquietantes. Esa misma propaganda nunca ha conseguido cambiar la percepción ciudadana de que el PP es mejor gestor en tiempos de crisis económica y es, además, una realidad incuestionable a pesar de los denodados esfuerzos para rebatirla de los periodistas afectos al Gobierno, que son una abrumadora mayoría, y los economistas, que son una minoría.

No importa que sea una crisis mundial, también lo era la anterior, porque lo fundamental es que los indicadores siempre son peores en estas circunstancias debido a los problemas estructurales de la economía y el mercado laboral españoles. Por otra parte, las expectativas de Sánchez se ven complicadas por los problemas en el seno de la coalición, que se agravarán hasta una posible ruptura, no hay que descartarla en 2023, y la incomodidad de tener unos socios tan poco recomendables como ERC o EH-Bildu.

La fragilidad europea

La crisis energética es muy grave y refleja la fragilidad de la mayor parte de las economías europeas, pero tiene una especial incidencia en España. Al problema que representa para las familias hay que recordar la paralización de la producción en algunas industrias o el elevado coste que representa afectando gravemente a su competitividad frente a sus rivales extranjeros. A esto se une los problemas de suministros que afectan al mundo, pero que la gente sufre en sus carnes.

La economía crece menos de lo previsto y hace saltar por los aires las optimistas previsiones gubernamentales mientras la deuda pública no para de crecer, aunque utilizando los habituales juegos malabares de los malos economistas que confían en el crecimiento del PIB para que el porcentaje sea menos escandaloso. Lo fundamental son los centenares de miles de millones que vamos emitiendo y la confianza ciega en algo tan volátil como el respirador artificial del BCE. Ahora lo tenemos, pero no es ilimitado e incluso sabemos que nos van a exigir que se vaya reduciendo.

Es tan interesante como inquietante constatar que el optimismo no es algo generalizado en el sector empresarial. Es verdad que esto no preocupa a los comunistas y antisistema que se sientan en el consejo de ministros o apoyan parlamentariamente a Sánchez, pero es una realidad que indica que las perspectivas no son favorables. Por tanto, la economía es importante pero se puede convertir en el talón de Aquiles de las esperanzas gubernamentales junto a los problemas políticos generados tanto por los enfrentamientos con sus socios como por el radicalismo de determinadas leyes que le alejan de la centralidad.