La crónica

El duelo Calviño-Yolanda Díaz amenaza la paz con Bruselas

La UE aceptará solo otra reforma laboral que incluya todas sus condiciones. Sánchez no tiene hoy los apoyos para aprobarla

La ministra de Economía, Nadia Calviño (i) conversa con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (d) durante la sesión del miércoles en el Congreso
La ministra de Economía, Nadia Calviño (i) conversa con la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (d) durante la sesión del miércoles en el CongresoChema MoyaEFE

El PSOE gobierna porque firmó con Unidas Podemos un acuerdo donde se comprometía a derogar la reforma laboral. Ya entonces la confianza de la parte socialista en poder ejecutar este compromiso era muy limitada por el contexto político y económico, pero sin la rúbrica en el papel no había investidura de Pedro Sánchez.

Ahora, con la energía por las nubes, la industria a medio gas, el déficit y la deuda desbocados, subidas de impuestos y las previsiones económicas revisándose a la baja, a la vicepresidenta del Gobierno del ala «morada», Yolanda Díaz, le han entrado las prisas por cumplir el papel firmado en el capítulo laboral.

La bronca política dentro del Gobierno de coalición y del Gobierno con la oposición oculta que a Bruselas le da igual que se derogue la reforma laboral de Mariano Rajoy, siempre y cuando el nuevo modelo laboral cumpla con sus condiciones. Con todas.

Y el órdago de Podemos es un aviso de las dificultades que encontrará Sánchez entre sus socios para aprobar con ellos, en el Congreso de los Diputados, lo que le pide Europa para avanzar en la entrega de los fondos de recuperación.

Bruselas manda

A Bruselas le da igual el color del Gobierno, las tensiones en la coalición, y cómo se bautice a la reforma que España tiene que impulsar, siempre que siga la línea del plan de reformas estructurales condicionado a los fondos europeos.

Esto no significa que no asombre, y desconcierte, que desde una parte del Gobierno se califique de «injerencia» el posicionamiento de Nadia Calviño, como vicepresidenta económica, ministra de Economía y Hacienda, presidenta de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos y enlace, además, con Bruselas. El equipo comunitario que decide las condiciones económicas del desembolso de los fondos es el mismo que tenía Calviño cuando estaba de directora general de Presupuestos de la Unión Europea, y ella sabe mejor que nadie que derogar sin más la reforma laboral vigente conllevaría el corte inmediato de la entrega de fondos.

Cuestión distinta es que se sustituya la reforma en vigor por la que exige Europa, y que plantea avanzar aún más en la flexibilización del mercado.

La izquierda predica que Bruselas «no puede permitirse el lujo» de que España no avance en la recuperación y, por lo tanto, conforme a ese supuesto esquema, no pasará nada porque no se cumplan estrictamente las condiciones impuestas. Pero la teoría de que levantarán la mano para no dejarnos caer no sintoniza con la información que manejan Sánchez y Calviño, y también la vicepresidenta Yolanda Díaz.

Para garantizarse su supervivencia política los «morados» están necesitados de tensar la cuerda dentro del Gabinete de Sánchez y atarse a un pacto de investidura que, si ya en el momento de su redacción, atendía difícilmente a la realidad económica del país, en la España post pandemia es todo un ejercicio de voluntarismo, que sólo con agitarlo genera incertidumbre y perjudica, por tanto, a la recuperación.

«Aquí no hay más programa de gobierno que el que nos marque Bruselas. No hay más programa que el plan de reformas estructurales condicionado a los fondos europeos», sentencian dentro del Gobierno de coalición.

Fondos de recuperación

Y en este marco, a Sánchez se le acaba el tiempo para ir y venir a la vez. En clave doméstica, el presidente del Gobierno ha aguantado hasta ahora dejando hacer a los morados, pero las desautorizaciones a Calviño, la única interlocutora con Bruselas, le pueden salir muy caras porque ha llegado el momento en el que la «tesorería» de los fondos de recuperación exige que los Gobiernos empiecen a retratarse.

Mientras, en la pelea política entre los dos socios de gobierno Unidas Podemos está consiguiendo difundir con eficacia el mensaje de que las «injerencias» de Calviño en el ámbito de la vicepresidenta y ministra de Trabajo responden a un interés socialista por desgastar a Yolanda Díaz para que no haga sombra al liderazgo de Sánchez.

Díaz está ya en campaña para crear ese frente de izquierdas que le permita superar la crisis en la que Pablo Iglesias dejó a Podemos cuando tomó la decisión de dar el portazo a la política y al Gobierno de coalición. Y esto es un problema importante para la estabilidad de la coalición y para la estabilidad del programa que Sánchez tiene comprometido en Bruselas.

Desde la capital comunitaria el presidente arropó el viernes a Calviño en el plano personal y negó que se la pueda acusar de «injerencias». Pero, sin embargo, en el 40 Congreso del PSOE de Valencia el jefe del Ejecutivo asumió personalmente el compromiso de poner «punto final» a la reforma de Rajoy para sustituirla por un «paquete equilibrado».