Pedro Sánchez
No somos Portugal
Sánchez y Díaz saben que su primera necesidad es disponer de tiempo, sobre todo a la vista de unos sondeos en los que el PP de Casado ha visto recortada su ventaja sobre los socialistas
La reciente cumbre hispano-lusa vino a mostrarnos las inevitables comparaciones entre dos gobiernos de izquierdas enfrascados en dificultades para sacar adelante sus respetivas legislaturas debido a tensiones internas. Existe incluso una inclinación entre los socialistas españoles, por situar a ambos gobiernos ibéricos poco menos que como referentes de la izquierda progresista europea. Nada más lejos de la realidad. El gobierno de Costa a diferencia del de Sánchez no se apoya en una izquierda bolivariana como la representada por Podemos, la única de Europa anclada en unos postulados del chavismo con los que no existe afinidad alguna en otras formaciones comunistas que han llegado a gobernar como en los casos griego o portugués. La coalición liderada antes de su ruptura por Costa en el país vecino apoyada por el bloque de verdes y comunistas, además de lograr no pocos avances en el terreno social sin necesidad de recurrir a políticas de austericidio, se ganó el aplauso de una Europa inicialmente desconfiada y el apoyo de las agencias crediticias internacionales. No es evidentemente un caso similar al español, donde la inquietud de los socios comunitarios es más que evidente a la hora de poner la lupa sobre cuestiones como la relación del poder ejecutivo con el judicial o ante unos derroteros en materia económica –léase lo que acabe ocurriendo con la reforma laboral– que mantienen especialmente vigilante el grifo de los fondos que puedan llegar para apoyar la recuperación y de paso consolidar unos presupuestos fiados a ese grifo.
En Portugal a diferencia de España los sondeos continúan apuntalando la ventaja de Costa que aumentaría en intención de voto frente a comicios anteriores, caso que no se corresponde con el de las expectativas demoscópicas de Sánchez a día de hoy, por no hablar de las nulas posibilidades de la derecha lusa para sumar y llegar al gobierno, frente a unas encuestas que en nuestro país son casi coincidentes –exceptuado el CIS de Tezanos– a la hora de situar la suma de PP y Vox como muy cercana para la recuperación de La Moncloa, con permiso de la guerra Génova-Sol. En Portugal tenían toda la lógica los tambores de ruptura y adelanto electoral, aquí sin embargo no parece el caso, por mucho fuego de artificio que brinde la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz agarrada a la derogación de la reforma laboral en su tarea de ahormar un bloque sólido a la izquierda del PSOE. Sánchez y Díaz saben que su primera necesidad es disponer de tiempo, sobre todo a la vista de unos sondeos en los que el PP de Casado ha visto recortada su ventaja sobre los socialistas. Hay partido.
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