Reforma laboral

La reforma de la reforma de la reforma

Lo único cierto es que no van a tocar sensiblemente ninguno de los puntos esenciales de la reforma acometida por Fátima Báñez y bendecida por la UE en ese 2012 para olvidar

Ya lo escribió Lampedusa en ElGatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Una de las grandes verdades de la historia de la humanidad. Uno de los incontrovertibles dogmas de fe a nivel patrio es que este Gobierno es el Gobierno de la mentira, un Gobierno que afirma una cosa y la contraria en 24 horas tomándonos a los ciudadanos por gilipollas al intentar hacernos ver que lo uno y lo otro es exactamente lo mismo. Y cuando hablo de Gobierno, hablo de Sánchez, Díaz, Irene Montero, Garzón y cía y exceptúo a gente seria como Calviño, Robles, Escrivá, Albares, Raquel Sánchez, Isabel Rodríguez o Planas. Que los demás son una banda lo demuestra lo acontecido el martes, cuando Sánchez congregó en Moncloa a Calviño, Díaz, Escrivá, María Jesús Montero y Alegría para intentar finiquitar el cisma interno montado a cuenta de la reforma laboral. Del cónclave salieron con un comunicado en el que se aseguraba que “se derogará”. Literal. Ni una palabra de más, ni una de menos. Etimológicamente es la anulación de una norma entera y su sustitución por una nueva enterita. Ni veinticuatro horas después, la que ha organizado todo este pifostio para construir su imagen como foto del cartel electoral podemita en las próximas generales, Yolanda Díaz, reculó en El Objetivo de Ana Pastor y admitió que “técnicamente no se puede derogar la reforma laboral”. En realidad, técnicamente sí se puede, lo que sucede es que fácticamente no pueden porque se lo prohíbe esa UE que nos va a soltar 70.000 millones a fondo perdido para sortear el bache provocado por el virus de Xi Jinping. Vamos, que son unos trileros y unos troleros. Hay que recordar que dos días antes de la nota fake postConsejo de Ministros Sánchez había reducido la contrarreforma a “algunas cosas”. No entiendo a santo de qué emitieron el martes un comunicado que ni sus voceros habituales se atrevieron a propalar a los cuatro vientos porque tienen su orgullo y una cosa es el peloteo y otra bien distinta hacer el ridículo. Lo único cierto es que no van a tocar sensiblemente ninguno de los puntos esenciales de la reforma acometida por Fátima Báñez y bendecida por la UE en ese 2012 para olvidar en el que Rajoy tuvo que dar un timonazo para sortear el Titanic económico que en forma de default le había legado Zapatero. La preeminencia de los convenios de empresa sobre los sectoriales pervivirá con alguna que otra apostilla que no alterará el espíritu de esa piedra angular de la normativa vigente. Tampoco se meterá mano a la ultratemporalidad, esa lógica e imprescindible medida que permite cambiar de funciones a un trabajador en una compañía siempre y cuando, eso sí, no se le reduzca el sueldo ni la categoría. El máximo de un 15% de contratos temporales también quedará en un brindis al sol porque es inaplicable en sectores como el de la agricultura o el turismo, en los que los fijos carecen de sentido porque la fruta se recoge un promedio de cinco meses al año y los hoteles de playa están abiertos nueve como máximo. El intento de desnaturalizar las subcontratas también quedará en aguas de borraja. Conclusión: el nuevo ejercicio de propaganda de Moncloa se irá al carajo. Resumiendo que es gerundio: la vistan de tiros largos o de lagarterana, continuará vigente la ley de la mejor ministra de Trabajo de la historia que ha permitido la creación de 3 millones de empleos. En el fondo será la reforma de la reforma que iba a reformar la reforma. Y todo seguirá igual.