Política

El radicalismo de una izquierda cainita

No creo que consigan igualar el mejor resultado de Iglesias, pero Sánchez tiene un problema y, en cualquier caso, el final de legislatura será muy complicado y convulso

La plataforma de unidad que está organizando Yolanda Díaz tiene como activo más valioso la indisimulada simpatía que genera en los medios de comunicación. Por supuesto, la propia figura de la vicepresidenta permite que logre esa notable proyección, porque ha diseñado una estrategia muy efectiva en la que Unidas Podemos, les guste o no a Belarra y Montero, es su rehén. A estas alturas ya no pueden hacer nada sin su compañera de gabinete. No es la marioneta que Pablo Iglesias esperaba manejar, ya que no podía colocar a sus más estrechas colaboradoras como cartel electoral. Por ello, optó por su vieja amiga. La aupó a la vicepresidencia por medio del dedazo, utilizando la fórmula característica de los regímenes y partidos comunistas. El espacio a la izquierda del PSOE es muy convulso y cainita. Lo ha sido desde la Transición y nada indica que vaya a cambiar, a pesar de las ilusiones que siempre despierta entre los intelectuales y periodistas de izquierdas ansiosos de apuntarse a una revolución que acabe con el sistema constitucional.

El comunismo siempre ha tenido sus compañeros de viaje, que acaban fagocitados y son los tontos útiles, con la excepción de los que se integran como sucede cuando alcanza el poder. Lo sucedido en la Unión Soviética y en los países del Este, pero también en otras dictaduras como Cuba o China, muestra la colaboración de intelectuales, juristas, periodistas, artistas… dispuestos a vivir una existencia gratificante al servicio del poder. Los principios se quedan aparcados en la papelera y se convierten en abyectos hagiógrafos de los regímenes autoritarios. Por supuesto, no solo en el comunismo porque también se produce en las dictaduras militares, populistas o fascistas. Es algo propio de la condición de las personas que están dispuestas a anteponer sus intereses a los colectivos. Uno de los aspectos más fascinantes del comunismo es su capacidad de supervivencia siendo una de las ideologías más genocidas y repugnantes de la Historia. A ello no es ajeno, precisamente, la inestimable colaboración de esos compañeros de viaje. Es verdad que hay comunistas bien intencionados e incluso otros fueron capaces de abandonar, por pura estrategia de supervivencia en el marco de la Guerra Fría, la simpatía a la URSS y criticar a Stalin para integrarse en la actividad parlamentaria de las democracias.

Díaz quiere ahora diseñar un frente amplio que signifique una puesta a punto del proyecto que puso en marcha Iglesias con indudable acierto aprovechando el movimiento del 15-M y la situación económica, política e institucional que sufrió España a partir de 2008. Podemos pasó en pocos años de éxito al fracaso relativo, ya que consiguió el sueño de la izquierda radical de sentarse en el consejo de ministros. Ha sido la normalización del comunismo y el populismo de izquierdas. Es bueno recordar que el secretario general del PCE es actualmente secretario de Estado y hay numerosos cargos y asesores que son comunistas y antisistema. Una vez más, la simpatía de los periodistas es una baza muy importante que contrasta con la permanente estigmatización de Vox, que no pone en cuestión el sistema y no quiere acabar con la Corona o la Constitución.

La estrategia de la vicepresidenta es marginar aquellas figuras y grupos que le resultan incómodos para su plataforma. Es indudable que son un lastre para mostrar la cara más amable y contemporizadora del comunismo y otras ideas de la izquierda radical. Con la desaparición política de Iglesias, su legado resulta un reactivo para muchos españoles que se han visto seducidos por Más Madrid, ya que incluso Errejón, como líder de Más País, solo aporta si se somete a Díaz. Es lógico que le resulten mucho más útiles Mónica Oltra o Mónica García, así como Ada Colau y otras figuras territoriales con las que articular esa especie de confederación que agrupe a ideologías dispares e incluso confrontadas en el objetivo mayor de recuperar el terreno perdido al PSOE. Lo que está claro es que Unidas Podemos y sus lideresas están amortizadas, pero no dejarán el camino expedito porque se juegan su propia supervivencia política y la de centenares de asesores y cargos públicos.

La consolidación de la plataforma pasa por mantener la presión dentro del Gobierno para que la vicepresidenta pueda consolidarse como la figura que puede aglutinar a la izquierda del PSOE. A Sánchez no le incomoda salvo que le quite demasiados votos y tenga que reeditar la coalición. No parece que la tendencia electoral le permita conseguir una mayoría suficiente para formar un gobierno en solitario, aunque la esperanza es lo último que se pierde. Es bueno recordar que faltan más de dos años para las elecciones y su firme voluntad es agotar la legislatura. Por otra parte, las próximas citas electorales no se presentan favorables para Belarra y Montero que pueden encadenar un desastre tras otro. Eso haría que tuvieran que lanzarse a los brazos de Díaz, a la que detestan. Las relaciones son gélidas, pero no pueden hacer nada salvo contemplar con preocupación la consolidación del proyecto personal de su rival.

La ausencia de las principales caras visibles de Podemos o el malestar que existe en sectores de Compromís y Más País muestran la auténtica tensión que existe en ese espacio electoral. Es interesante, también, como están jugando la baza de un descarado feminismo con la ausencia de hombres, aunque la acabarán compensando. No creo que consigan igualar el mejor resultado de Iglesias, pero Sánchez tiene un problema y, en cualquier caso, el final de legislatura será muy complicado y convulso.