Presupuestos Generales del Estado
La comedia del debate de PGE
«La oposición puede presentar la enmienda más interesante y positiva que no servirá de nada»
Nuestro modelo parlamentario hace que los diputados sean meros autómatas a las órdenes de sus jefes. En escasas ocasiones se produce algún gesto de comedido heroísmo y se rompe la disciplina de voto, pero sin consecuencias para el díscolo. Es lo que sucedió con el tema de Enrique Arnaldo y la verdad es que incluso le iba bien al PSOE para luego presionar con sus candidatos para el CGPJ diciendo que había sido muy duro apoyar al candidato del PP. Cada año vemos la actuación estelar de los diputados marioneta durante el debate de los Presupuestos, porque se configura un bloque de apoyo y el resto son meros figurantes. Es verdad que hay que mantener el ritual parlamentario, pero lo que diga o proponga la oposición va directamente a la papelera. Mano férrea y comportamiento inmisericorde. Es interesante constatar que los periodistas de izquierdas afirman que el PP no tiene proyecto, pero no leen el Diario de Sesiones. El problema es que hacerlo no es útil en el relato, porque mostraría la mentira y no podrían seguir glosando las bondades del Gobierno socialista comunista y las maldades de una oposición que no se suma al glorioso movimiento regenerador de Sánchez.
El debate presupuestario es una comedia, donde los diputados socialistas y podemitas se dedican a aplaudir y votar lo que les mandan, y los grupos que apoyan al Gobierno intentan obtener la mayor tajada posible. El resto se podría tomar un merecido descanso. Habría que delegar en los portavoces para que ofrecieran titulares y mantuvieran el ritual. El despropósito llega al extremo de que el Gobierno veta centenares de enmiendas a un nivel que no recuerdo que hubiera sucedido nunca y que expresa un total desinterés hacia el Congreso. No es algo que afecte solo al PSOE, porque el PP no acostumbra a mostrar un gran fervor por la actividad parlamentaria cuando accede al gobierno. La verdad es que lo consideran más un castigo que una gratificante consecuencia de la democracia. La oposición puede presentar la enmienda más interesante y positiva que no servirá de nada, porque la apisonadora se limitará a ignorarla. Lo más ridículo y banal es cuando todos se llenan luego la boca hablando de las glorias del parlamentarismo.
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