España

España 92

En septiembre de aquel año alcanzó el 5,6 por ciento y en este noviembre de 2021 hemos igualado el dato

Estaban de moda las hombreras y las cazadoras vaqueras enormes, «Amantes» e «Instinto básico» arrasaban en los cines, los acordes de «Man on the Moon» empezaban a escucharse en los «walkman» y unas caritas sonrientes y alucinógenas se extendían como precursoras de los futuros emoji. Entonces, en 1992, mientras el mundo ratificaba el desmembramiento de la antigua Yugoslavia y arreciaba una guerra tan fratricida como extemporánea, España atravesaba uno de esos momentos dulces que luego se solidifican en el recuerdo: culminaba su entrada en el desarrollo y la modernidad. Una Exposición Universal en Sevilla y unos Juegos Olímpicos en Barcelona consagraban el halo europeo que tanto anhelábamos. El país bullía. Y la inflación (ay, la inflación) se disparaba. En septiembre de aquel año alcanzó el 5,6 por ciento y en este noviembre de 2021 hemos igualado el dato. Casi treinta años después, la economía española se desliza hacia la palabra maldita que encarece precios y reduce poder adquisitivo (ya hay cálculos que restan hasta 9.000 millones a los hogares). Sin llegar a esa hipérbole argentina que alerta del incremento del coste de un producto desde que se entra en el supermercado hasta que se sale, la escalada de valores sí nos enfrenta al abismo que separa la realidad de los planes. Y mientras desgranamos si el alza es coyuntural y esperamos a que sea el paso del tiempo el que dé las respuestas que los economistas, más técnicos que profetas, aún no son capaces de alumbrar, la coincidencia inflacionista nos permite jugar con el pasado. Trazar una comparación entre los rasgos de aquel país del 92, tan joven y confiado, con sus expectativas, con sus ilusiones forjándose y el de hoy que, con mejores indicadores en todos los ámbitos y aspirando a consolidarse como cuarta potencia de la UE, se ha vuelto más descreído, como instalado en la crisis de la mediana edad. Resulta tentador contrastar qué España éramos y qué España somos. Aunque aún no hayamos resuelto la gran incógnita: qué España queremos ser.