Política

Las mujeres que sí quieren ser capitanes generales

Si de aupar mujeres al poder se trata, el PP es una máquina que no necesita cuotas

Isabel Díaz-Ayuso no desaprovechó la ocasión para terciar en la polémica. Y lo hizo con la habilidad que la caracteriza, con la diestra disparó certera al corazón del asunto. Meter baza en lo que ocurre en Catalunya siempre es una jugosa tentación. El Gobierno de la Generalitat de Catalunya anunció que se acababa lo de jugar en el patio de los colegios a fútbol, el tradicional deporte rey. La medida se enmarca en la batalla por la igualdad de género. Porque muy mayoritariamente son niños los que juegan en la cancha. Es cierto. Pese a todo, mi hija Neus disfruta de lo lindo jugando en la cancha de fútbol. Es de las pocas, no es menos cierto. Y a su padre le gustaría que fuera de la generación que conquiste el patio del colegio. También juega a hockey sobre patines en un equipo de niñas y otro mixto. En el de niñas arrasa.

Que decir cabe que la cuestión de cortar por lo sano con chutar la pelota en el patio no nació pacífica. La republicana Anna Caula –antes que la mismísima Ayuso– salió al paso de la medida. No se cortó un ápice: «El deporte es salud, es cohesión, es trabajo en equipo, socialización y un largo etcétera. Los patios siempre han sido y deben ser espacios deportivos, el juego como herramienta educativa. El machismo es una cosa muy diferente. Y el futbol también es femenino». Caula no es cualquiera. Fue seleccionadora española de baloncesto, diputada de ERC y hoy secretaria general del deporte de la Generalitat.

Claro que Ayuso fue más hiriente que Caula y quiso subrayar la contradicción. «La mejor jugadora del mundo hoy es catalana y juega en el Barcelona...» Y se quedó corta. Mientras el Barça de Coutinho –el fichaje más caro de la historia del barcelonismo– ha sido eliminado de la Champions en una humillante primera fase, luego de seis años acentuando el ridículo en Europa, el Barça femenino puede con todo y es de facto el mejor equipo del mundo. Los chicos no dan una, las chicas se salen.

El feminismo, la lucha por la igualdad, siempre ha tenido diferentes enfoques. La cantautora Marina Rossell proclamó que jamás sería capitán general. Tampoco le apetecía ser obispo ni policía ni director de banco en esa canción que publicó en 1980, «Soc una dona (soy una mujer)», con coautoría de Maria Aurèlia Capmany, exdirigente de los socialistas catalanes. Me acuerdo que mi madre, cuando escuchó la canción, protestó. Ella sí quería ser capitán general. O por lo menos quería que las mujeres mandaran. Y no entendía ese feminismo que parecía abrazar una utópica sociedad y que era, a decir verdad, tan poco práctico.

En 1979 había llegado Margaret Thatcher al poder liderando los tories en Gran Bretaña. No se podía ser más de derechas que Thatcher y, en cambio, fue la primera ministra y la primera dirigente de una de las primeras potencias mundiales. La primera mujer en romper ese techo de cristal. Habría que esperar a Angela Merkel para ver algo parecido y también liderando una opción escorada a la derecha. No hay formación de izquierdas que haya catapultado a una mujer tan alto. Es cierto que Carmena ha sido alcaldesa de Madrid y que Colau lo es de Barcelona aunque en esta última legislatura gracias a los votos de «la peor derecha de la ciudad», según su decir. Ella misma bautizó a Manuel Valls y el proyecto que éste representaba con el apelativo «fondos black». Luego está la alargada sombra de otra mujer de carácter, también madrileña, también de derechas, Esperanza Aguirre, presidenta del club de fans de Ayuso. Si de aupar mujeres al poder se trata, el PP es una máquina que no necesita cuotas, de mujeres que sí quieren ser capitanes generales, sin duda alguna.

Volviendo a Ayuso. La madrileña sabe comunicar. Como Merkel, que en sus tiempos mozos tuvo un carguillo de responsable de propaganda de las juventudes del régimen de la extinta RDA. Y en este mundo, la comunicación representa más del cincuenta por ciento del haber de un político que desee tener éxito. Ahí está Miguel Ángel Rodríguez que, sin duda, es mano de santo para un perfil de derechas como la presidenta madrileña.

Da que pensar que sea la derecha la que más y mejor proporciona trampolines a las mujeres. Igual es que la izquierda no atina. Es un debate muy interesante. El izquierdista y ácrata mayo del 68 francés apostilló «prohibido prohibir!» al que sacó punta Aguirre con un libro que hoy se vende de segunda mano por más de cien euros. Para Aguirre es el grito «de los amigos de la libertad» que Ayuso ha vuelto a desempolvar con tal éxito que puede haber dado un vuelco al ciclo electoral. Igual es que la izquierda va por derroteros que tal vez vayan a cambiar la sociedad a largo plazo (aunque luego asaltan las dudas) pero que a corto plazo deja un inmenso espacio a la derecha. Acuérdense que fue la izquierda quien dio el voto a la mujer en 1931. Y las mujeres optaron por la derecha en 1933. La sociedad es un mar de contradicciones, gestionar estas nos da la justa medida de nuestras posibilidades.