Senado

Bárbara Rey, Gayá y Corinna: mesa camilla en el Senado

Sus Señorías han descubierto en su analfabetismo el alfabeto rosa, si es que aún puede usarse el nombre de un color «femenino» asociado al chisme y el cotorreo

Las comisiones de investigación de la Cámara Alta se han destapado al fin como un esperpento. Unos senadores deformes en el espejo aguardan a que señoras guapas oculten su joroba. Bárbara Rey en el Senado, como pide Compromís con aquiescencia del PSOE, sería un «Sálvame deluxe» vintage. Bastaría con que llamaran a Jesús Mariñas para que les cuente lo que todo el mundo sabe. Que Bárbara Rey añora todavía al amor de su vida. Entre saltos de cama, igual el PSOE se lleva alguna sorpresa. Las piernas de Bárbara no tenían ideología. Sus Señorías han descubierto en su analfabetismo el alfabeto rosa, si es que aún puede usarse el nombre de un color «femenino» asociado al chisme y el cotorreo. El Parlamento inglés seguro que copia la iniciativa y conforma una comisión a título póstumo con las amigas entrañables del Duque de Edimburgo. Una investigación judicial en marcha sobre Don Juan Carlos no es suficiente. Hay que invocar el método Rocío Carrasco. Ander Gil quiere ser Conchita y su polígrafo en «prime time». «¿Es verdad que a usted no la dejaron participar en ‘Tómbola’ porque iba a destapar el pastel»? Alguien debería preguntarle a la actriz por qué le puso Sofía a su hija, que ya son ganas de estirar el látigo, digo yo. El nombre de la señora del presunto amante.

Más espectacular sería que en el Senado charlaran, como en la mesa camilla de Encarna Sánchez, la propia Bárbara, Marta Gayá y Corinna. Que eso daría para una serie de Netflix en catalán. Para cargarse la institución nada como un «The Crown» cutre, con el ángel caído, Ángel Cristo, buscando farlopa en los baños del Senado como epígrafe de un episodio. Pero más que significar un punto negativo hacia la Monarquía de Juan Carlos I sería el certificado de defunción de la Cámara Alta rendida a las bajas pasiones, de cámara autonómica a consultorio sexológico. La política marrón se pasa al amarillo en el pantone de su insignificancia. Bárbara Rey en el Senado sería Ander Gil eligiendo unas medias de nylon para travestirse en Pilar Eyre. Una forma de pasar a la Historia. Los líos de cama-sutra de los diputados y senadores, de ministros y exministros, no han merecido tanta atención. Levanten todas las alfombras y desvístanse. Puede que el rey vaya desnudo, como rezaba el cuento, pero los abajo firmantes llevan en pelota picada toda la Legislatura en búsqueda de dar el golpe. Bárbara Rey también es la Transición, la UCD y Adolfo Suárez, objetos y sujetos de demolición. Si esto es un show, las chicas de Colsada serán los senadores.