Ciudadanos

Cs: «Roma no paga traidores»

El 13 de febrero se juegan mucho en el envite, tanto el PP como los socialistas, con Vox como aliado imprescindible y único, para garantizar la continuidad de Mañueco

«Donde no hay convicciones todo es cálculo». Esta máxima le es de aplicación a un partido que iba a «comerse el mundo» y ha acabado en la irrelevancia con la misma rapidez con la que creyó poder tocar el cielo junto a su pareja podemita, como representantes de la auto proclamada «nueva política». Cs se ha revelado finalmente, no como un partido centrista, –en la acepción de equilibrado y moderado que huye de la intolerancia–, sino en un partido «tibio» –«ni frío ni caliente»–, carente de convicciones reconocidas y reconocibles, y que como tal, ha sido percibido por los muchos votantes que un día confiaron en él –primero en Cataluña y después en toda España– y que ahora le abandonan en masa. El cooperador necesario de ese camino de deslealtad es el actual PSOE sanchista convertido en asidero de Ciudadanos, para facilitarle su supervivencia política tan necesaria para ambos. Los socialistas necesitan abrirse al centro para no depender de Podemos inevitablemente, y para ello desean mantenerles con vida aunque sea con respiración asistida. Por ello en Murcia comenzó la ejecución de la estrategia correspondiente, y el resultado ha sido la desaparición del mapa político de unos y el principio de la derrota para los otros, pese a los inventos del cistezanos mensual, en un ejercicio de demoscopia al servicio de los intereses de su anterior responsabilidad en la ejecutiva socialista. De Murcia trae causa el 4- M, la jornada electoral del pasado mayo, convertida en un terremoto político por sus consecuencias en todas direcciones. Desde la retirada de Pablo Iglesias, a la derrota de Sánchez con el PSOE convertido en 3ª fuerza política en la Asamblea de la CAM, pasando por el hundimiento de Cs, que no pudo evitar su portavoz en el Congreso, Edmundo Bal, devenido en improvisado candidato y que ni siquiera consiguió su acta. Junto a todo ello, emergió un liderazgo fresco, joven y valiente en Isabel Díaz Ayuso, que Génova percibe como una alternativa al de Casado, y no como un refuerzo del suyo, con el espectáculo ya conocido. Ahora se replica el fenómeno en Castilla y León, donde el presidente Mañueco sigue la senda de Ayuso convocando elecciones para prevenir una moción de censura como la fallida en Murcia y Madrid y que tenía posibilidad de salir airosa en las Cortes castellano leonesas. El 13 de febrero se juegan mucho en el envite, tanto el PP como los socialistas, con Vox como aliado imprescindible y único, para garantizar la continuidad de Mañueco. Y que aspira a gobernar en coalición con él, como preludio de una eventual situación similar tras las próximas elecciones generales.