Pandemia
Un confinamiento absurdo
Nuestros políticos sobreactúan y han conseguido generar una alarma social colosal
Por fin he podido constatar que los españoles somos más listos que los estadounidenses, noruegos o griegos. No hay duda de que son unos ignorantes porque han reducido la cuarentena a cinco días mientras que nosotros preferimos que sean siete. La razón de esta disparidad es que sus científicos son de peor calidad, sus universidades manifiestamente mejorables y sus sistemas sanitarios incapaces de estar a la altura de las circunstancias. En cierta forma, esta situación, mientras estoy confinado, me alegra porque por fin ganamos a los países nórdicos. Y no somos los campeones mundiales porque no hacemos caso a nuestros funcionarios de la medicina y mantenemos los diez días, aunque seguro que preferirían una quincena. El escenario no puede ser más disparatado. Estados Unidos tiene el mayor número de premios Nobel y cuenta con las mejores universidades, así como grandes hospitales y médicos. Ha decidido que no tiene sentido tantos días de cuarentena. En cambio, nuestros políticos se han puesto de acuerdo para reducirla a siete días. Es absurdo. Es una muestra del deleznable intervencionismo estatal que considera que no tenemos criterio sobre si debemos salir a la calle o utilizar la mascarilla.
La covid ha demostrado que no existe la seguridad absoluta y que el contagio es imposible de impedir, como sucede con la gripe que costó, en la temporada 2019-2020, un total de 27.000 hospitalizaciones, 1.800 ingresos en UCI y alrededor de 3.900 fallecidos. El problema reside en que nuestros políticos sobreactúan y han conseguido generar una alarma social colosal que ha llegado al extremo de que los enfermos son culpables por haberse contagiado y por ello hay que castigarlos en su casa. No son capaces de discernir si pueden o no hacer vida normal. Lo peor es que el Gobierno realmente no sabe nada. Ni siquiera los científicos que dicen cosas diversas, algo que entiendo porque es una enfermedad reciente. La salida fácil es el confinamiento, el teletrabajo y que el papá Estado pague la factura, aunque la gente no es consciente de que no hay un pozo de petróleo inagotable que financie la enorme deuda pública y empresarial que asumimos. El confinamiento me recuerda a los lazaretos y a las medidas medievales cuando no existían los medios que ha traído la actual Revolución Tecnológica.
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