Opinión
Viaje al centro
Cenando hace un par de días en Allard Madrid, opíparamente, dicho sea de paso, comentábamos aquella anécdota tantas veces repetida –y no sabemos si cierta-, en que Groucho Marx preguntaba a su vecina de mesa: “Señorita, ¿se acostaría usted conmigo por un dólar?”. “¿Qué se cree usted que soy?”, respondía ella. “¿Y por un millón?”, preguntaba de nuevo Groucho. “¡Hombre, por un millón…”, contestaba pensativa. “Lo que usted es ya ha quedado claro, ahora podemos negociar el precio”. Puta es la palabra adecuada, o sea, la persona que se prostituye a cambio de dinero. En la clase política actual –y podría asegurar en la de todos los tiempos sin temor a equivocarme-, siempre se ha dado la prostitución, está a la orden del día. Tantas prebendas consigo, tantos apoyos te doy en el Congreso. Adriana Lastra y su permanente chaqueta vaquera, que cualquier día saldrá corriendo, la chaqueta, digo, acusaba al PP de comprar el voto de los navarros. No es posible hallar cinismo más grande cuando el partido que representa se prostituye con los bilduetarras y los separatistas cada día, cada semana, en cada votación, a cambio de una serie de prebendas antidemocráticas que ponen de manifiesto sin ningún rubor los que se dejan comprar en boca de sus portavoces. Sin ir más lejos, el del apellido que lo define, Rufián, que no obtuvo el precio requerido para apoyar la aburrida reforma laboral, protagonista de esta semana. Lo más bonito fue el diputado pepero que se equivocó al votar, dando así el gusto a la ultraizquierda gobernante y organizando un gran follón en el que ya ha entrado en juego el término “pucherazo”, como en los países más bananeros de la querida Iberoamérica. El único consuelo es el fracaso de Yolanda Díaz en lo que se llegó a calificar como “su proyecto personal”. La reforma aprobada no altera para nada el camino emprendido en 2013 y eso es una buena noticia porque generó trabajo y se disminuyó el paro ocasionado por el desgobierno anterior y confirma la idea que muchos barajamos sobre la intención de Sánchez de iniciar un viaje al centro, lo cual es bueno porque lo distanciaría de sus socios de ultraizquierda, si bien, como está demostrado, no queda libre de actuaciones similares a la de la compañera de mesa de Groucho Marx que se pueden producir en cualquier momento. Quedamos expectantes, no sin antes recordar que ya ha puesto fecha para las próximas generales, enero de 2024, para lucir palmito durante la presidencia de turno en la Unión Europea. El Narciso que llevamos dentro es incontrolable.
Luego está la pelea de la semana en el Benidorm Fest. Que los políticos se manifiesten al respecto nos da la medida de lo desocupados que están. Como a lo largo de la vida he ido ganándome filias y fobias por expresar abiertamente mi opinión, voy a dejar al margen mis impresiones sobre este asunto por lo intrascendente que lo percibo. Me importa un bledo, querida, como diría Rhett Buttler a Escarlata O’Hara en “Lo que el viento se llevó”, y así cierro el tema festivalero, que ni me va ni me viene y, por tanto, no me mojo innecesariamente.
CODA. La ex primera ministra de Perú, Mirtha Vázquez, manifiesta que “es desgastante ejercer el poder en un país machista como el suyo”. La comprendo y no me pongo en su pellejo por si me salen granos al verme ejercer al lado de un cenutrio comunista con sombrero chotano, atuendo que reivindica las raíces del postulante de izquierda y encarna los valores de los humildes campesinos del “Perú profundo”. Qué pereza, Dios mío.
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