Ucrania

Biden, el actual Chamberlain

Mientras invade Ucrania sin encontrar fuerza enemiga que le haga frente sobre el terreno, Putin se permite sacar pecho advirtiendo que «si alguien se atreve a atacar a Rusia que se atenga a las consecuencias». Lo puede decir más alto, pero no más claro, al constatar tras semanas de desplegar su ejército en todas las fronteras de Ucrania, que la única respuesta de los Aliados occidentales –EEUU, OTAN y UE– es su nula voluntad de combatir, limitándose a amenazar con imponerle sanciones económicas y financieras proporcionales a la progresión de la invasión. Capítulo especial merecen a estos efectos, las muy significativas declaraciones del vicepresidente 1º de la Comisión europea,–el tal Franz Timmermans– afirmando que «Putin ataca a Ucrania para desviar la atención del cambio climático». Semejante memez está en línea con la preocupación reiterada de la OTAN al respecto, expresando que «los ejércitos de la Alianza se adapten al impacto y las consecuencias del cambio climático». De momento parece que las unidades militares rusas desde luego –y pese a no pertenecer a la OTAN– ya se han adaptado con la adecuada ropa de abrigo a las nevadas y frías tierras donde se han desplegado. Ante tales adversarios –en este caso, enemigos– se entiende perfectamente el paseo militar ruso en el país con la superficie más grande de Europa. En este escenario bélico conviene tener presente la sentencia de Clausewitz: «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Por eso cuando se habla de vía diplomática como contrapuesta a la guerra o cualquier uso de fuerza, se muestra, en el mejor de los casos, una ignorancia supina de la Historia de las relaciones internacionales y de lo que es la diplomacia, que no puede existir ni ejercerse sin el respaldo de la fuerza militar y jugando siempre con la baza de poder usarla, no sólo como amenaza sino como posibilidad real y operativa. Si unos así lo entienden y otros no, estos últimos están –mejor dicho, estamos– perdidos. Por ello, oír a Sánchez hablar de «diálogo y negociación» como si estuviera ante sus socios Díaz y Garzón, que hacen una llamada a darle apoyo a Putin con una manifestación en contra de la OTAN, ni nos sorprende, por haber perdido ya nuestra capacidad de asombro ante tales líderes y dirigentes. Porque mientras eso sucede, Sánchez envía unidades navales y aéreas españolas a zonas próximas al teatro de operaciones en el marco del despliegue defensivo de la Alianza. En la trastienda, Biden, tras estar negociando durante semanas con Putin, parece el Chamberlain del actual momento.