Vladímir Putin
El despropósito de la rusofobia
«Nadie quiere asumir un incremento de la crisis económica cortando el grifo a Putin»
La invasión de Ucrania ha tenido como efecto colateral la aparición de una inquietante corriente de rusofobia. Este sentimiento es un despropósito, porque no se puede responsabilizar a todo un pueblo por la actuación de sus dirigentes y más cuando está gobernado por un régimen autoritario. Rusia es una gran nación, con una historia apasionante y una cultura deslumbrante. Hace unos días estuve leyendo «El baile de Natasha» de Orlando Figes, publicado por Taurus, que es una exhaustiva y profunda aproximación a una de las culturas más importantes del mundo. Figes es un extraordinario y minucioso historiador que ha escrito algunas de las obras que son imprescindibles para entender la realidad rusa. Es fácil hablar o escribir sobre un tema tan complejo con la ayuda de Wikipedia o el recuerdo de algunas películas, libros o series, pero son obras como las de Figes las que realmente ofrecen una claridad interpretativa y un conocimiento de un pueblo y nación lleno, como es lógico, de una infinidad de matices. El arranque con la inolvidable condesa Natsha, protagonista de «Guerra y Paz» de Tolstoi, refleja muy bien esa complejidad.
El amor y el interés por Rusia nos deberían retrotraer a otros casos, como la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini, en los que no podemos caer en una descalificación que afecte a esos países y sus pueblos. Es cierto que se debe recordar que no fueron solo Hitler o Mussolini, pero la Historia necesita siempre ser contextualizada, entender la manipulación y la propaganda que escondieron la verdad para poner la mentira al servicio de un cruel dictador. Hace unos días escuchaba cómo algunos restaurantes cambiaban el nombre de la ensaladilla rusa. Me pareció un despropósito. Están muy bien las sanciones, lo he escrito en otras ocasiones, e incluso me parecen excesivamente contemporizadoras, porque una parte de Europa tiene una enorme dependencia del gas y el petróleo rusos. Nadie quiere asumir un incremento de la crisis económica cortando el grifo a Putin. Hay que abandonar la rusofobia, lo cual no significa disminuir las críticas ante la enorme brutalidad del ejército invasor y mostrar nuestro rechazo a la agresión de Putin y su camarilla. No dejaré de leer libros o ver películas rusas, porque la solidaridad con Ucrania no necesita fobias absurdas
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