Francia

Francia o la refundación de la República

La culpa no es de los votantes, como piensa la izquierda política y mediática, sino de unos políticos que no son capaces de ofrecer alternativas sólidas y coherentes

El irreversible declive de los partidos tradicionales franceses, que habían protagonizado la vida política de la República desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es una realidad tan interesante como inquietante. Los errores cometidos y la corrupción han sido determinantes, pero también es el resultado de la disociación entre unos dirigentes caducos con unos votantes que les han dado la espalda. Es cierto que el exquisito Macron es un prototipo de esas elites y refleja muy bien su extracción social como vástago de la alta burguesía de provincias. Es un personaje singular, y no solo por su pintoresco matrimonio que ha dado lugar a todo tipo de elucubraciones, sino por ese populismo arrogante que esconde la decadencia de Francia tras una grandilocuencia fatua y una grandeur de cartón piedra. No hay duda de que es un político con una gran preparación movido por la idea de convertirse en el inquilino del Elíseo. El partido es irrelevante y la ideología es algo accesorio, como alumno brillante de la École Nationale d’Administration (ENA), lo único importante es el poder y Francia. La mayor parte de los políticos y altos funcionarios franceses se han graduado en ella.

He de reconocer que si fuera francés votaría antes a Macron que a Marine Le Pen, porque me gusta todavía menos que el melifluo candidato a la reelección. Lo mismo sucedió en Estados Unidos entre Trump y Biden, aunque este último ha demostrado que es una auténtica catástrofe. No me equivoqué en la valoración de lo que sería su administración. En este aspecto, el francés es mejor porque le rodea un movimiento sin ideología y un equipo razonablemente eficaz. Lo único relevante es el macronismo. La cuestión importante es entender por qué los franceses apoyan a dos populistas insufribles. Me temo que es un problema global europeo, donde desde hace tiempo se extiende la insatisfacción. Es lo que sucedió en Italia. Nos ha pasado también en España. La culpa no es de los votantes, como piensa la izquierda política y mediática, sino de unos políticos que no son capaces de ofrecer alternativas sólidas y coherentes. La corrupción, el amiguismo, la incoherencia, la partitocracia y el cortoplacismo son factores que explican el resultado en Francia y en otros países de la UE.