Elecciones andaluzas

Andalucía y los nervios de los socialistas

«Andalucía seguirá avanzando en la buena dirección con Moreno como presidente, porque tiene la experiencia y la habilidad para gestionar un gobierno»

Los resultados de las elecciones andaluzas condicionarán profundamente tanto el clima político como el final de la legislatura. Es muy improbable que Sánchez decida adelantar las generales, pero este año y medio puede ser agónico. Una derrota clara y contundente será interpretada como la confirmación de que vivimos un fin de ciclo. Los esfuerzos por estigmatizar al PP y anunciar todos los males si se mantiene en el gobierno autonómico con el apoyo de Vox están resultando infructuosos. Es la línea de actuación de la izquierda política y mediática, que utiliza, con un notable cinismo, este tema e ignora que Sánchez tiene como socio preferente a una formación comunista y antisistema en declive como Podemos y que sus perniciosos aliados parlamentarios son los independentistas, los herederos de ETA y algunos diputados que se mueven solo por sus intereses territoriales. En política no vale todo y cabe exigir una razonable coherencia. No hay más que ver como Iglesias ha conseguido que sus marionetas, Ione Belarra e Irene Montero, conviertan el Gobierno en la «casa de los líos» y se dediquen a atacar, directa e indirectamente, a Yolanda Díaz que ha perdido el favor del fracasado gurú de la izquierda radical.

La realidad es que las últimas elecciones han sido un gran fracaso para el PSOE. Un tercer desastre en Andalucía provocará un pánico más que comprensible entre los dirigentes territoriales que tienen que afrontar las autonómicas y las municipales el próximo año. El optimismo monclovita tiene muy poco fundamento, porque no sirve la excusa de que Madrid y Castilla y León eran comunidades donde el centro derecha acostumbra a ganar. La batalla se produce en el territorio andaluz que era el tradicional granero de votos socialista. Es interesante constatar que el espantajo del miedo a las derechas no provoca ningún atisbo de movilización. La personalidad de Juanma Moreno genera una gran empatía. Es lo mismo que sucedió en Madrid con Isabel Díaz Ayuso. En este caso, los ataques sistemáticos desde los dirigentes de la izquierda y el desaforado apoyo mediático fueron un enorme fracaso. Una semana más de campaña, dicho irónicamente, y le regalan la mayoría absoluta. Las encuestas muestran que no sufre desgaste y que amplía sus apoyos.

La amplitud del resultado de Moreno depende de la abstención. Es cierto que estamos en una época del año donde las buenas temperaturas favorecen un aprovechamiento del domingo para el ocio. Es la última esperanza de un PSOE que no consigue movilizar a la izquierda y que incluso contempla que muchos de sus votantes están satisfechos con el gobierno formado por el PP y Ciudadanos. Andalucía nunca ha querido ser una comunidad subvencionada. Es una tierra orgullosa de un pasado glorioso que tiene todas las posibilidades para ser uno de los principales motores de la economía española. El estilo clientelar del socialismo andaluz ha sido una gran catástrofe a la vez que ha favorecido una corrupción impresionante. Es cierto que se presta mucha más atención a los casos que afectan a los populares, pero la desfachatez con que los líderes socialistas tratan la corrupción no deja de sorprenderme. La geografía española está teñida de escándalos protagonizados, desgraciadamente, por militantes y dirigentes de este partido.

Estos cuatro años de gobierno de Moreno han sido ejemplares en este terreno, pero además ha demostrado una eficacia incuestionable en el uso de los recursos públicos. Los datos económicos ponen de manifiesto el crecimiento andaluz y la creación de empleo. Ha generado un clima de rigor y seguridad jurídica que ha atraído la inversión, que es la forma más eficaz para crear empresas y puestos de trabajo. Es difícil encontrar una autonomía con mejores capacidades, por su situación y la calidad de su población. La gestión socialista se había caracterizado por el despilfarro y el victimismo, que son una garantía para el fracaso. Los recursos se habían dilapidado creando redes clientelares que favorecían a familiares y amigos sin preocuparse por su idoneidad. El mérito y la capacidad no eran criterios que inspiraran la labor de una administración impregnada por la arbitrariedad más descarada.

Los andaluces eligen ahora entre un gobierno previsible, serio y eficaz liderado por Moreno o una amalgama caótica formada por socialistas, comunistas, antisistema y anticapitalistas que se llevan mal entre sí. Es una realidad que camufla la izquierda política y mediática, aunque sin éxito, como se ha podido constatar desde que comenzó la precampaña. Esta izquierda radical no tiene nada que ver con la antigua Izquierda Unida, que se ha visto fagocitada por un grupo de aficionados e inexpertos que representan lo peor de la profesionalización de la política. Movidos por sus odios e impulsores de unas políticas delirantes provocarían un escenario mucho peor del que ha vivido Andalucía hasta la llegada del actual gobierno autonómico. El mismo caos y activismo asambleario que sufre Sánchez en su gobierno es lo que se instalaría en el Palacio de San Telmo. Espadas sería una marioneta sometida a los caprichos de ese «gazpacho» de siglas que tiene como única obsesión asaltar la administración autonómica para colocar a amigos y familiares.

El escenario óptimo para el PP sería, lógicamente, la mayoría absoluta o poder gobernar en solitario, como sucedió en Madrid, porque la izquierda no consiguiera sumar más que él. Esto desactivaría a Vox, aunque la realidad que se vive en Castilla y León demuestra que no hay que tener ninguna preocupación ante una coalición. Es lo mismo que sucede en Madrid con el apoyo parlamentario. Andalucía seguirá avanzando en la buena dirección con Moreno como presidente, porque en cualquier caso tiene la experiencia y la habilidad para gestionar un gobierno. No importa que sea en solitario o en coalición. Es lógico que los socialistas y en La Moncloa, especialmente, estén muy preocupados.