Opinión
La Casa de Borbón y el SCJ (I)
La singular relación entre la Casa de Borbón y el Sagrado Corazón de Jesús (SCJ) se inicia reinando esta dinastía en Francia en el siglo XVII, y alcanzará su cumplimiento reinando en España en el siglo XX, con Alfonso XIII.
Luis XIV –el Rey Sol– era el monarca más poderoso del orbe y providencialmente había nacido en 1638, tras 23 años sin descendencia del matrimonio de sus progenitores Luis XIII y Ana María de Austria, hija mayor de Felipe III, rey de España. Son historia de Francia las singulares circunstancias que rodearon su nacimiento y que motivaron que fuera bautizado con el significativo nombre de «Louis Dieudonné» (Luis «Diosdado»).
Desde 1673 el SCJ se reveló en Paray-Le-Monial, en la Borgoña francesa, a una joven religiosa clarisa, hoy santa Margarita María de Alacoque, dándole indicaciones concretas sobre la expansión de su devoción y culto. Entre estas manifestaciones, varias de las cuales han sido reconocidas como sobrenaturales por la Iglesia, hay una muy singular sucedida el 17 de junio de 1689. En ella el SCJ le pidió trasladara al Rey Luis XIV su petición de que consagrara su persona y a Francia a Su Sagrado Corazón con unas condiciones concretas, prometiéndole bendecirle en sus empresas con la imagen de Su Sagrado Corazón impreso en sus banderas y estandartes.
Ni Luis XIV, Luis XV, ni Luis XVI harán la consagración pedida –aunque este último la efectuará pero ya tarde, estando prisionero en el Temple, cuatro meses antes de ser guillotinado– y exactamente cien años después de la fecha de realización de la petición, el 17 de junio de 1789, se desencadenó la Revolución Francesa, cayendo el antiguo régimen y la monarquía absoluta con ella.
Jesucristo es el Señor de la Historia y desde su no tiempo, en Su eterno presente, pareciera que conociendo la negativa de los Borbones a cumplir Su petición reinando en Francia, hubiera dispuesto lo hicieran reinando en España. Así, poco después, en 1700, Carlos II de la Casa de Austria muere en España sin descendencia y en su testamento nombra sucesor a Felipe V, precisamente nieto de Luis XIV, produciéndose la Guerra de Sucesión a nivel europeo, convertida a su vez en guerra civil española entre la corona de Castilla y la de Aragón, enfrentados por Felipe V y el Archiduque Carlos como respectivos pretendientes.
Lo cierto es que esa decisión de Carlos II evitó la desmembración de España con las potencias europeas al acecho –Francia, Gran Bretaña, Austria, Holanda…– para repartirse el inmenso botín del imperio de la monarquía católica hispana que hubiera quedado sin descendencia.
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