Editorial

Estados Unidos como aliado estratégico

Ojalá Sánchez entienda que la foto no es el fin, sino el principio, que interprete la situación en clave de Estado y no personal y que asuma de una vez que con los comunistas y Frankenstein será del todo imposible

El presidente del Gobierno ya dispone de lo que se había convertido casi en una obsesión dado los requiebros institucionales que han rodeado sus relaciones con la Casa Blanca. Ayer, al fin, con el marco oportuno de la Cumbre de la OTAN, Pedro Sánchez consumó una reunión bilateral con Joe Biden y la foto consiguiente en La Moncloa. No parece poco dados los precedentes cuando persiguió por un pasillo al presidente de Estados Unidos y otras tentativas fallidas. Los cuatro años de mandato de Pedro Sánchez se han convertido en un paréntesis anómalo en las relaciones con la primera potencia del mundo y un aliado estratégico desde hace décadas, con el que hemos guardado lazos extraordinarios de servicios y fines compartidos. Cuatro años sin una interlocución normalizada con la Casa Blanca han sido un testimonio de frialdad diplomática y un lastre para los intereses de nuestro país, que ha padecido un desplazamiento de los círculos de poder. Si el Gobierno de la izquierda lo achacó primero a Trump, con el que fue incapaz de aplicar la mínima sagacidad que evitara un desgaste inconveniente, con Biden ya no ha habido excusa cuando el clima ha seguido bajo mínimos. La realidad es que la Casa Blanca se ha preocupado de que el desapego con Sánchez quedara patente. No se han disimulado los plantes con los que la diplomacia norteamericana ha formalizado que la confianza se había quebrantado. Hubo y hay razones para la desafección no con España, sino con este gobierno de coalición. Sánchez cohabita con comunistas que son aliados de algunos regímenes criminales, violadores de los derechos humanos y enemigos declarados de Estados Unidos, y cuyo discurso es hostil con Washington y todo lo que patrocina, incluida la OTAN, sencillamente porque no creen en los valores de la democracia. El margen para entenderse con un gobierno que te estrecha la mano y te la escupe al mismo tiempo con el asentimiento de su presidente es el que se ha exhibido estos años. Un jefe de ejecutivo serio y responsable está obligado a hacer los mayores esfuerzos por rehacer los puentes maltrechos con EEUU. Parece que ese es el camino y la voluntad. Los nuevos compromisos de cooperación entre ambos países en Defensa, inmigración o coordinación política, que se plasmarán ya con el aumento de cuatro a seis destructores norteamericanos en la base de Rota (Cádiz), toda una declaración de intenciones de Washington sobre el complejo flanco sur, tienen que suponer un punto de inflexión. Es el momento de recuperar el crédito malogrado, robustecer el estatus como aliado leal y garantizar la disponibilidad para las amenazas que la guerra y la crisis depararán. Veremos cómo negocia Sánchez con sus socios de la ultraizquierda el nuevo marco de colaboración militar con Estados Unidos y cómo lo saca adelante en el Consejo de Ministros y en el Congreso. Ojalá Sánchez entienda que la foto no es el fin, sino el principio, que interprete la situación en clave de Estado y no personal y que asuma de una vez que con los comunistas y Frankenstein será del todo imposible.