Pedro Sánchez

Sánchez es Sánchez, no Draghi

Vayan cayéndose del «guindo» quienes establecen paralelismos entre la situación de España e Italia y sus dos jefes de Gobierno.

Como todo el mundo sabe hay dos grandes prerrogativas que pertenecen en exclusiva a los presidentes del gobierno –y de la que hacen uso sin miramientos– ambas objeto de los mayores batacazos imaginables por parte de avezados analistas, de esos que dicen navegar habitualmente entre los meandros del poder y de quinielas que, a ser posible por la parte interior no visible envuelven los bocadillos llegada la hora de la verdad. Una es la composición de sus gobiernos, incluidas puntuales remodelaciones de los mismos cuaderno azul o rojo en mano y la otra es la disolución del Parlamento y consiguiente convocatoria de elecciones. La primera nos ha brindado episodios como la confirmación por la mañana de ministros que por la tarde se quedaban en no natos –caso de Elena Pisonero para Agricultura con Aznar– o la petición de consejo a un ministro del núcleo duro a propósito de una remodelación que justamente se llevaba por delante a este mismo ministro –caso de Sánchez con Ábalos– mientras que la segunda prerrogativa, la de convocatoria electoral ha tenido siempre el doble denominador común del adelanto por interés del país –«Zp» lo hizo- o sencillamente por un tacticismo político que no siempre dio el resultado esperado como bien comprobaron los asesores de Sánchez y «gurús» de la demoscopia allá por 2019.

Hoy el pedaleo político y mediático con la delicada situación del país en la mano viene a ofrecernos tres escenarios también quinielísticos, como son el adelanto de generales al otoño, la coincidencia de generales con municipales y autonómicas y hasta que Sánchez no sea el candidato socialista. Ninguna de las tres me parece ni factible ni realista en estos momentos conociendo las maneras de moverse en política del actual presidente, pero tal vez la más lógica de ellas que sería el adelanto a este próximo otoño sea la que paradójicamente tenga las más nulas posibilidades. Todavía hay visiones ingenuas que establecen a propósito de esta cuestión equiparaciones entre Sánchez y su homólogo italiano Draghi, que ha mostrado el camino obligando a un nuevo reparto de cartas ante la imposibilidad de aprobar presupuestos, chantajeado por los populismos, consciente de la difícil coyuntura económica, con unos fondos europeos estancados y unas reformas que no se acaban de agilizar… ¿les suena también por aquí? Pues vayan cayéndose del «guindo» quienes establecen paralelismos entre la situación de España e Italia y sus dos jefes de Gobierno. Aquí hay una cosa que se llama «manual de resistencia»… y caiga quien caiga.