Sexualidad
Igualdad en la cama
¡Que sí! Que el orgasmo no es el fin de las relaciones sexuales; sin embargo, los hombres tienen muchos más orgasmos con nosotras que nosotras con ellos, y eso es desigualdad
Una de las consecuencias felices de esta combativa búsqueda de la igualdad en que vivimos es que la sociedad por fin ha puesto el foco sobre la brecha sexual, ya saben, el hecho, antes intrascendente, de que las mujeres tienen menos orgasmos de forma sistemática. Parece ser que las heterosexuales somos las últimas en la cola del orgasmo y que aquellas que se acuestan con hombres tienen menos orgasmos que las que lo hacen con otras mujeres incluso.
¡Que sí! Que el orgasmo no es el fin de las relaciones sexuales; sin embargo, los hombres tienen muchos más orgasmos con nosotras que nosotras con ellos, y eso es desigualdad, algo así como la brecha salarial, pero en la cama.
Según los Archives of Sexual Behavior los hombres casi siempre tienen orgasmos en sus relaciones heterosexuales (el 95%), seguidos de los hombres homosexuales (89%), de los bisexuales (88%), de las mujeres bisexuales (66%) y por último de las mujeres heterosexuales (65%).
Muchos expertos consideran que el orgasm gap, en inglés, tiene que ver con el patriarcado al igual que lo está detrás del orden económico, y que la cuota de orgasmos está sujeta a las mismas relaciones de poder.
¿Y por qué? Veamos, está la fábula de que las mujeres somos de orgasmo complejo, pero esto no es del todo cierto. El asunto no se debe a una cuestión genital, sino cultural: el placer masculino se ha percibido históricamente como una necesidad biológica, mientras la sexualidad femenina ha sido ninguneada. A los hombres se les ha animado a ser proactivos en la búsqueda de su deleite, y a nosotras a meter tripa y agradar. Por no hablar del espíritu de “la guarra” del barrio que aterrorizaba a cualquier mujer nacida en el siglo XX que se atreviera a dejar de ser virtuosa.
¡Y cuántas mujeres desean agradar a los hombres por encima de todo! Con ese agradar de Merche-Cuéntame-cómo-Pasó : “¿Cómo le voy a decir que no he llegado en dos minutos? Con lo que le gusta sentirse un tigre de bengala”.
¿Saben que hasta hace poquísimos años el clítoris, anatema, no figuraba siquiera en los libros de anatomía? ¡Se nos ha educado de forma desigual y es hora de hacer volar en mil pedazos el orden erótico-festivo!.
Lo primero, y de cajón, sería devaluar el modelo coitocéntrico de las relaciones sexuales; ya que, si bien la mayoría de ellos tienen orgasmos mediante la penetración, la mayoría de ellas no. Léanlo bien ¡No!
Sin embargo, las relaciones entre ambos sexos persisten en un guion masculino perfectamente hollywoodiense donde nuestra inexistente formación sexual se basa en escenas de películas y series falocéntricas en las que tras dos empujones sobre la encimera la mujer estalla en un orgasmo atómico. ¡Mentira!
Pero la culpa no es de los hombres, nada más lejos de la intención de esta columna que responsabilizarlos. La culpa es de un sistema que nos daña tanto a nosotras como a ellos y que todos debemos combatir.
Y hablando de mentiras, detrás de cada hombre que no tiene ni idea de satisfacer a su pareja hay una timorata, una mentirosa o al menos una gran intérprete. Fingir un orgasmo genera ansiedad y baja autoestima y a la larga produce una verdadera incapacidad para alcanzar al verdadero clímax. Pero desmadejemos el orgasmo fake.
En el mundo ideal, en la utopía feminista que aún no ha llegado, al no alcanzar el orgasmo una mujer tendría la confianza de comentarlo sin más. En el mundo en que vivimos muchas mujeres no lo hacen por pudor y miedo al rechazo, porque creen que el hecho de no llegar se corresponde con una tara, una incapacidad o una retorcida forma de invalidez genital.
Además de la desinformación y la falta de asertividad sexual, otro asunto que explica la brecha orgásmica, son las cargas mentales y el agotamiento. Las mujeres todavía dedican muchísimo más tiempo que los hombres en el cuidado de los hijos, familiares, mascotas y a las tareas domésticas. Eso, repercute en que lo tengan más difícil para interesarse por el sexo; para sentir placer, hay que estar descansado, ocioso, si quieren, el orgasmo es lujo psicológico. Por el contrario, la mayoría de las mujeres sienten estrés y, sinceramente, algo de irritabilidad sabiendo que se ocupan de la mayor parte de lo que sus parejas se escaquean.
Otro factor que reduce drásticamente la capacidad de disfrutar es la presión directa o pasiva para tener sexo, ya saben, hombres que coaccionan de manera más o menos violenta (aunque siempre es violencia sexual) enfadándose, castigando, retirando el afecto o el clásico: poniendo caritas. La imposición sexual descarada o disimulada es una de las causas típicas del aburrimiento sexual femenino, de su baja libido y de que no se corra, discúlpenme apreciados lectores.
¡Un detalle importante, amiga mía!: que no tengas ganas porque tus deseos no se ven representados, por autocensura o por torpeza de uno de los dos o de los dos, porque tu pareja no te trate como deseas, por desavenencias…etc. no es falta de deseo, sino una respuesta lógica que tenéis que trabajar juntos o separaros.
¡Todo menos claudicar! Luchar por la independencia económica no es más importante que hacerlo por el orgasmo, fuente de endorfinas, dopamina y oxitocina y hormonas que ayudan a aumentar la felicidad y disminuir la ansiedad y la depresión, que hacen crecer la autoestima y la salud.
El 8 de agosto se celebra el Día Internacional del Orgasmo Femenino, de modo que sean intrépidas queridas y pidan, desinhíbanse, que no hay nada más atractivo que la pérdida de control entre las sábanas.
Bendito sea todo lo que favorezca el autocoñocimiento, ya sea un libro, fantasear, probar nuevas formas de estimulación y jugar a tener orgasmos, orgasmos discretos, remilgados, orgasmos utilitarios, alimenticios, orgasmos de diario, de andar por casa u orgasmos de caerte de la cama. Si es necesario, invoquen con una vela y una ouija al “espíritu de la guarra”.
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