Opinión

Quiero la cabeza de…

Los últimos tres meses vivir en España ha sido como habitar en Mercurio, donde hemos atravesado, por ahora 42 días de olas de calor desde junio.

¿Y qué hacer cuando el calor está a punto de transformarnos de donosos civiles en homicidas seriales? ¿Ducharnos con agua fría, repasar el coro de los esclavos hebreos de Verdi mentalmente? Yo, pienso en la mítica Carmen Maura, “Riégame, riégame”, en La Ley del deseo (Almodóvar, 1987), o en “Quiero la cabeza de Alfredo García” (Sam Peckinpah, 1974), desde luego en Marilyn y su inconfundible manera de luchar contra una ola de calor en ‘La tentación vive arriba’ (Billy Wilder, 1955); recuerdo la camiseta ajustadísima y empapada de sudor de Brando en ‘Un tranvía llamado deseo’ (Elia Kazan, 1951). Y, por qué no, en Pedro Sánchez, al mando de la barbacoa en el Palacio de las Marismillas…

«Nos parece una provocación». El líder del PP Alberto Núñez Feijóo, al saber que nuestro presidente socialista, progresista, ateo, indi, ecologista, feminista y ecologista regresa de sus vacaciones en Falcon, ha puesto de manifiesto su indignación pese a que, como todo el mundo sabe, indignarse pasados los 5 años de edad es una posición muy comprometida para una persona inteligente, como él.

“Cuando yo gobierne “_dice_ “estableceré un protocolo de uso de las aeronaves oficiales” para su persona, así como para los demás miembros de su Ejecutivo, donde todos, todas y todes “tendrán un uso restringido de las mismas”.

Todo eso está muy bien, Alberto, pero, al menos este año, la culpa de todo la tiene el bochorno. ¡Qué se yo! Con estas temperaturas no se puede uno tomar nada en serio, y tampoco nada en broma.

Para empezar, el cuerpo y el alma humanos no están preparados para estos rigores marcianos por lo que nuestro organismo se ve sometido a un estrés mayúsculo que viene a sumarse a los estreses naturales de la vida, que ya arrastrábamos.

Para adaptarnos, hombres, mujeres, y niños, debemos hacer malabarismos: beber litros y litros de líquidos, que nos mantienen hinchados y barrigudos, con la tensión por los suelos, y modificar casi todos nuestros hábitos por el bien común.

Yo detesto el verano, me refiero a estos calores locos e innecesarios jamás imaginados, ni antes sufridos aquí, porque este país, aunque algunos aun lo dudan, ha padecido, uno tras otro, episodios de temperaturas disparadas que se han salido de los registros por su dureza, extensión geográfica y duración. Por no mencionar la ausencia histórica de nubes y lluvias y los incendios. Los últimos tres meses vivir en España ha sido como habitar en Mercurio, donde hemos atravesado, por ahora 42 días de olas de calor desde junio.

A mí, profundamente norteña, amiga de la lluvia, la rebeca, la chimenea y el meteoro amenazante, este calor me destruye como criptonita (y a mis pobres perrillos). Pero no soy la única. ¿Cómo lo llevan ustedes?, queridos lectores; el padre de mis hijos, psiquiatra, dice que el calor hace que se atasquen las urgencias reventando de individuos brotados, desestructurados y en definitiva hasta los mismísimos, con un_dice: “Me cago en Sos*-dentro del alma” que no hay ansiolítico ni farmacología desarrollada que alivie eso”. ¡Maldito Lorenzo!

Además, les diré, como cronista y delicada observadora del mundo, que el calor nos precipita, como especie, a lo peor, lo más vil y grotesco. Desde las fotos de pies a los pantalones pirata. Y que toda la impostada alegría y vitalidad que trae consigo en general el verano, tiene un revés compensatorio y siniestro. Esto es así: cuanto más ama usted su viaje en globo a Zimbabue, menos le gusta su vida en realidad....

Nalgas desparramadas, espaldas peludas, barrigas desvergonzadas, trajes de baño multicolores cuya visión quizá sea algo más benigna que lo poquito que ocultan. Uñas. Toallas. Fresqueras. Quemaduras de tercer grado. Consumismo sexual, gastronómico y experiencial, Tailandia, Galápagos…

Niños feos que sin duda empeorarán. Gofres con nata y chocolate, riñoneras. Padres listos. Tríceps descolgados abrazando la exaltación más primitiva, la de una inmensa cola. Muslos acribillados por el mosquito tigre. ¡Choripapa!. Obscenidad infantil, que es la peor. Despiporre moral, físico e intelectual.

Ah…Sin embargo, pese a los espantosos termómetros y la chabacanería estival, como siempre, el vodevil de las vacaciones ha sido demasiado breve y septiembre ya está aquí, ¿no la escuchan, como un monstruo, respirar a sus espaldas, amigos? Incluso los políticos han regresado.

*La expresión era con “Dios” pero yo no blasfemo.