Opinión

Raúl, una mujer con bigote y pene

“Decir ‘soy no binario’ es como decir ‘a mí no me afecta la gravedad. Hay cosas que suceden con independencia de tus caprichos”, ha publicado Sornosa en sus redes.

“Ahora si quieres conocer el sexo de tu bebé en las ecografías debes fijarte en cómo mueve las manos, en si pone morritos o si lleva el cordón umbilical como si fuera una diadema o una corbata. Fijarte en los genitales es transfobia”_apunta Patricia Sornosa, una cómica y directora de teatro feminista que en los últimos tiempos ha sido cancelada, linchada y acusada de transfobia por el colectivo. Lo paradójico de este y otros asuntos de nuestra sociedad irracional, sumisa y obtusa es que esta mujer es profundamente demócrata, no está en contra de los transexuales, ni les desea mal alguno, sino una existencia larga, en paz, plenos derechos y feliz.

¿Y qué ha hecho esta mujer para ameritar los odios más encendidos de este grupo de personas tolerantes y respetuosas que abundan en las redes sociales?

Sornosa (en la línea de las feministas contra el “borrado de las mujeres” donde ésta, su columnista de cabecera, se sitúa sin agachar la cerviz ni el intelecto), simplemente opina, desde el humor, lo cual aplaudo (el humor es el único antídoto contra el patetismo) que el sexo existe, que es innegable, y que no depende del antojo ni de la inspiración de nadie.

“Decir ‘soy no binario’ es como decir ‘a mí no me afecta la gravedad. Hay cosas que suceden con independencia de tus caprichos”_ ha publicado Sornosa en sus redes.

La ley trans, camino de ser aprobada, donde cualquiera puede ejercer su libre autodeterminación de género sin ningún requisito, desde la corazonada, es un ataque frontal al género, pero al humano, a la ciencia, al feminismo, a las mujeres, a la filosofía, a la modernidad, al progresismo, por supuesto, y a la inteligencia, en beneficio de la más ramplona propaganda política y oscuras cotas de poder o empresas billonarias.

Lo peor es que estamos ante la manifestación más descarada y violenta de machismo que ha visto la historia, y tanto más cruel y más imbécil, porque se nos vende desde un supuesto Ministerio de Igualdad, que no ha hecho otra cosa que sepultarnos y denigrarnos a las mujeres.

Muy aguda Sornosa dice: “La opresión de las mujeres puede terminar hoy si todas elegimos ser hombres y nos tatuamos los pronombres he/him. Es un plan sin fisuras”

“Estirando el chicle”, un podcast exitosísimo entre la chavalería que disfruta de ese feminismo en fase anal (es decir la versión 2.0 del viejo caca, culo, pedo, pis) dirigido por Victoria Martín y Carolina Iglesias, la invitó hace unas semanas como colaboradora y ha probado junto a ella las mieles amargas de la lapidación pública. La directoras y conductoras de este programa de audio, son dos chicas muy inteligentes elocuentes y desternillantes por separado, que, sin embargo, han pecado de una escandalosa cobardía y deslealtad, no ya con su tertuliana invitada, ni con la verdad, sino consigo mismas, hociqueando y contradiciéndose al pedir perdón de la manera más aperreada posible y arrastrándose para agradar a los nuevos totalitarismos que no toleran a la gente pacífica que no piensa exactamente igual que ellos: “Continuaremos haciendo comedia y trabajando para que nuestro espacio siga siendo diverso y seguro”, han manifestado.

Me produce muchísima vergüenza ajena esto de “seguro” porque en la neo lengua dictatorial significa un espacio donde no se admita pensamiento divergente, ni, por supuesto, diálogo, debate o duda alguna. ¡Fatal amigas!

La ley trans es sexista, enseñar a los niños que han nacido en “cuerpos equivocados” si sus juegos y preferencias no se ajustan a las normas sexistas convencionales es reaccionario. Y, por supuesto, no mejora las condiciones de vida de los transexuales, simplemente elimina los derechos conquistados penosamente por las mujeres permitiendo que cualquier hombre pueda auto identificarse como mujer, ir al registro civil y cambiar su sexo registral al gusto, sin valoración médica, sin cambiar en nada su apariencia, ni modificar su nombre. ¡Con un par!

La ley trans, dadas las circunstancias, genera una enorme inseguridad jurídica y se presta al fraude porque elimina legalmente la biología, la evidencia y la ciencia. La Ley trans es una fantasía terrorífica, un “Black mirror”. Un disparate que nos obliga a aceptar la irrealidad con base en la imaginación.

La disforia de género existe ¡claro! pero esta factoría que se ha convertido en tendencia, y en ideología (y en gobiernos y leyes acientíficos, proféticos y fascistoides) mueve billones de dólares y está arrastrando a miles de niños de manera irreversible.

Eso sí, si no aciertas con la identidad del de enfrente te acusarán de transfobia y serás objeto de multas de más de 150.000 euros sin pasar por un juicio, de manera administrativa. Discrepar será “delito de odio”. Queridos lectores, ¿tendremos que arrodillarnos como las vestales auto-inmoladas de “Estirando el chicle” si no estamos de acuerdo con esta Ley que borra a las mujeres de las estadísticas? ¿y qué pasa con la investigación médica centrada en el cuerpo femenino, sea lo que sea? ¿y con el medallero? ¿y qué hay de nuestra seguridad solas, borrachas, en los vestuarios, o las cárceles?