Donald Trump
Cyber-censura orwelliana
A Trump le acaba de devolver Elon Musk su cuenta en Twitter tras haber sido censurado por decir lo que pensaba
«No hables de censura que esto es el mundo libre», dicen algunos colegas a los que molesta se mencionen agujeros a la libertad de expresión en Occidente. Claro, no nos vamos a comparar ni con China ni con Cuba, Corea del Norte, Rusia, Qatar o Venezuela. Para ir a peor siempre hay tiempo. Y no queremos ir a peor. Queremos avanzar en las libertades. Pero Occidente, que es más libre que todos esos países juntos, tampoco es un edén, por desgracia. Y menos aún en estos tiempos en los que la tecnología es omnipresente, está en todas partes, controla nuestras vidas. El algoritmo del celular sabe tanto de ti como tú. La Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en un codiciado instrumento que, bien formateado, puede ejercer un poder aterrador. Casi toda la prensa es ya electrónica, como el dinero, el voto, la gobernanza, la sanidad, la educación. Quien controla la IA controla el mundo. Y el dueño de la herramienta puede manipularla.
A Donald Trump le retiraron su cuenta en Twitter por considerar los jefes de esta red social que el hoy ex presidente USA era un peligro. Por fortuna Elon Musk se la ha devuelto ahora. Nunca me gustó Trump. Sus formas groseras son mejorables. Pero si creemos en la democracia tenemos que aceptar que Trump gane las elecciones, si las gana. Y Trump ganó la primera vez que se presentó. Sólo que entre sus millones de seguidores no estaban las tecnológicas ni los grandes medios ni las big-farma ni los principales fondos de inversión. Tampoco la OMS, la OTAN, la ONU, el Banco Mundial o el FMI. El motivo es que Trump es un tipo incontrolable. Sus enemigos dijeron que implantaría una dictadura y nos llevaría la guerra nuclear. Ni una cosa ni la otra. Biden, ya veremos. Pero como se enfrentó a todos a la vez, todos decidieron apartarle.
La revista Time, en su famoso reportaje «La historia secreta de la campaña en la sombra que salvó las elecciones», se jactaba de haber orquestado a corporaciones de élite, medios, fondos, tecnológicas, etcétera, para que Trump abandonara la Casa Blanca. «La historia interna de la conspiración para salvar las elecciones 2020», titulaban. «Se logró que los estados cambiaran los sistemas de votación y las leyes electorales –añadían– reclutando ejércitos de trabajadores electorales y logrando que millones de personas votaran por correo por primera vez». Trump perdió por la mínima, pero perdió. Ganó en el escrutinio de papel y cayó en el voto electrónico y en el voto por correo. A algunos siempre les va a quedar la duda de sí quienes se confabularon para echarlo (lo reconoce Time) no retorcieron la democracia para lograrlo. Incluyendo la censura en medios, redes y Twitter.
La cyber-censura es hoy tan sutil que incluso está bien vista. Opiniones contrarias a la corriente dominante sobre cambio climático, agenda 2030, guerra de Ucrania o pandemia son eliminadas de las redes. A Trump le cerraron su cuenta porque quisieron. Las páginas de los seguidores de Bolsonaro en Brasil han sido clausuradas por «fake». Un algoritmo decide lo que es falso o verdadero y cuenta votos electrónicos. Quien controla el algoritmo es quien en realidad manda en nuestro «mundo libre». Cada día más orwelliano.
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