Política

Crónica triste del penúltimo fracaso liberal en España

Inés Arrimadas y Edmundo Val se disputan el poder interno en público, como quien firma un acta de defunción

Víctor Hugo (1802-1885), que también fue político, diputado y senador en la Asamblea francesa, defendía que «no hay nada tan poderoso como una idea a la que le ha llegado su tiempo». La idea liberal triunfó en su momento durante bastante tiempo y ha proporcionado al mundo sus mayores épocas de libertad, prosperidad y bienestar, incluida la mayor reducción de la pobreza de toda la historia y todavía lo hace allí donde se aplica con menos restricciones. El liberalismo, sin embargo, en España nunca tuvo gran predicamento, aunque los éxitos económicos, políticos y sociales del país –sobre todo desde la Transición– siempre han llegado de la mano de políticas medianamente liberales que, por otra parte, incluían numerosas prevenciones y cortapisas, limitaciones en definitiva.

Los partidos liberales tampoco han tenido mucho éxito en España, hasta el extremo que en algún momento hizo fortuna la broma de que «los liberales españoles caben todos juntos en un microbús y, además, están peleados entre sí». Ha habido varios intentos de impulsar partidos liberales, pero todos han fracasado, se llamaran liberales, como el que encabezó Antonio Garrigues, o disimularan sus teóricas raíces. Ciudadanos (C’s), el partido que nació de la inquietud de algunos intelectuales catalanes ante la deriva «indepe» y que hizo crecer Albert Rivera, es considerado como la última intentona liberal en España y, de hecho, forma parte de los liberales europeos. Es probable que sea el más liberal de los partidos españoles, pero poco más. C’s tuvo su oportunidad, la dejó pasar y ahora todo indica que está en la agonía. Rivera soñó y rozó la gloria cuando creyó en el «sorpasso» desde el centro al PP. En 2018, todo apuntaba a un pacto PSOE-C’s, que sumaba una mayoría absoluta confortable. No pudo ser. Rivera no lo tenía claro y a Sánchez –esa es la verdad que no se recuerda– tampoco le interesaba, pero lo que quedó es que C’s no hizo todo lo que podía para pactar con el PSOE, como tampoco jugó sus cartas cuando ganó las elecciones catalanas. No tenía mayoría, pero pudo hacer más. Luego llegó la debacle en las urnas porque su clientela –que estaba incómoda con el PP y con el PSOE– se sintió traicionada. Ahora, sus líderes, Inés Arrimadas y Edmundo Val, se disputan el poder interno en público, como quien firma un acta de defunción. Un partido liberal-centrista siempre es necesario, pero Ciudadanos, que deja votantes huérfanos, ya no representa esa «idea poderosa a la que le ha llegado su tiempo», de la que hablaba Víctor Hugo.