Luiz Inácio Lula da Silva

La resurrección de Lula

Es innegable el apoyo exterior que el nuevo presidente tiene y su liderazgo en la izquierda latinoamericana

Lula ha vuelto a la presidencia de Brasil en circunstancias políticas muy distintas a su anterior etapa. Contaba entonces con un reconocimiento del 85 por ciento a su gestión, mientras que ahora tiene un país dividido en mitades casi irreconciliables. Fue la reconciliación una de las banderas que exhibió durante la campaña electoral más dura vivida en Brasil desde la reinstauración democrática. De ahí que se presentara con una alianza de 9 partidos que van desde el centro derecha de su vicepresidente Alckim hasta la izquierda extrema. Razón de peso que le ha llevado a crear un Gabinete de 37 Ministerios, frente a los 19 de Bolsonaro. Lógico si se tiene en cuenta que carece de mayoría parlamentaria y deberá pactar para gobernar, siendo el reparto de carteras un instrumento clave.

No es ese el problema mayor que enfrenta el país más grande de Iberoamérica, con 215 millones de habitantes, la mayor economía del hemisferio y la segunda del continente. Lula reparte Ministerios menores y se ha reservado los principales para el PT, algo que ya está siendo criticado en la alianza gubernamental, en especial en lo que se refiere a Fernando Haddad, su mano derecha y hombre de confianza, que dirigirá la gestión económica del Brasil que viene. El PT tiene claro que hay que ir a más intervencionismo, nacionalizando empresas privatizadas por Bolsonaro, aumentando el gasto para retomar la política de bolsa-familia con la que pretende socorrer a 33 millones pobres. Receta no muy distinta a la que aplica Maduro en Venezuela o el peronismo en Argentina.

Más gasto estatal implicará más deuda pública, que ahora estaba en el 76 por ciento del PIB. Las cifras macro de Bolsonaro no eran malas. Junto a esa deuda, el paro era del 8,7 por ciento, la inflación del 6 y el déficit del 3,5. Algo que variará ahora con un presupuesto más expansivo. Otra de las apuestas de Lula es la de crear una moneda común para LATAM, habiendo comenzado ya las conversaciones con Argentina.

Lo que es innegable es el apoyo exterior que el nuevo presidente tiene y su liderazgo en la izquierda latina, exhibido en su toma de posesión. Algo que no hubiera logrado Bolsonaro, etiquetado de ultra, militarista y negacionista. El antiguo capitán se ha ido a EE.UU. con Trump y ha pedido a sus seguidores que no cejen en la tarea opositora, pero sin violencia. Aunque no ha reconocido la derrota, cumplió con todos los mandatos constitucionales, pese a que se dijo que implantaría una dictadura. Señaló hace días que sin apoyo de otras instituciones era imposible impugnar las elecciones, que le dieron perdedor por la mínima. Diferentes auditorias cuestionaron el rigor del voto electrónico en una decena de estados, y hasta Elon Musk publicó en Twitter que hay pruebas que inducen a creer que se favoreció a Lula por parte del Tribunal Electoral, controlado por jueces que cerraron redes y cuentas bolsonaristas e incluso impusieron multas millonarias a los partidarios del capitán.

Sea como fuere, Lula es un gran amigo de España. Ha otorgado al Rey un lugar privilegiado en su toma de posesión. Nuestras empresas en Brasil no van a ser maltratadas. Tampoco la lengua española, que Lula la impulsó en las escuelas. Por ello merece un voto de confianza.