Política
La parábola de la «rata inmunda»
«A Puigdemont le podemos aplicar la parábola con final feliz, ya que vive a todo tren en Bruselas»
La vida está llena de casualidades. En ocasiones suceden cosas que creemos imposibles y en otras, algunas que nos parecen tan normales que no nos llaman la atención. Esto último es lo que me sucedió al escuchar la frase «Rata de dos patas» en el programa «Planta Baixa» de TV3 mientras presidía el plató una imagen de Puigdemont. Mi primera reacción fue pensar que era un comentario de un tertuliano o político de ERC. No me sorprendió, porque la he oído muchas veces al referirse al fugado. Al poco, me di cuenta de que se refería a la famosa ranchera. Los dirigentes de ERC sienten un enorme desprecio por Puigdemont, al que consideran un cobarde y un aprovechado, en contraposición con su líder, Oriol Junqueras, que tuvo el valor de quedarse en España y no huir de forma humillante. No tengo nada en contra de las ratas, incluso mis hijas aparecieron hace años con una, que llamaron Vladimir, desafortunadamente no eligieron el nombre en honor de Lenin. Eran jóvenes y no sabían que fue uno de los mayores criminales de la Historia. Vladimir convivió apaciblemente con nosotros y llegó al final de sus días mostrando una obesidad mórbida que era la consecuencia de lo mucho que zampaba. En este terreno, no hay duda de que hubiera sido un buen dirigente de la Unión Soviética o uno de esos camaradas que tanto gustan a Iglesias o Garzón.
«La rata de dos patas» que ha provocado la tibia polémica tiene por autora a Paquita la del Barrio, que es el nombre artístico de Francisca Viveros Barradas. La letra dice así: «Rata inmunda/Animal rastrero/Escoria de la vida/Adefesio mal hecho. Infrahumano/Espectro del infierno/Maldita sabandija/Cuánto daño me has hecho. Alimaña/Culebra ponzoñosa/Desecho de la vida/Te odio y te desprecio. Rata de dos patas/Te estoy hablando a ti/Porque un bicho rastrero/Aun siendo el más maldito/Comparado contigo/Se queda muy chiquito. Maldita sanguijuela/Maldita cucaracha/Que infectas donde picas/Que hieres y que matas. Alimaña/Culebra ponzoñosa/Desecho de la vida/Te odio y te desprecio. Rata de dos patas/Te estoy hablando a ti/Porque un bicho rastrero/Aun siendo el más maldito/Comparado contigo/Se queda muy chiquito. Me estás oyendo inútil/Hiena del infierno/Cuánto te odio y te desprecio. Maldita sanguijuela/Maldita cucaracha/Que infectas donde picas/Que hieres y que matas. Alimaña/Culebra ponzoñosa/Desecho de la vida/Te odio y te desprecio. Rata de dos patas/Te estoy hablando a ti/Porque un bicho rastrero/Aun siendo el más maldito/Comparado contigo/Se queda muy chiquito».
La cantante mexicana ha logrado una gran popularidad con sus ataques contra la cultura machista que es muy característica de su país, pero también omnipresente en el resto del mundo. Tras lo de Shakira contra Piqué, su emisión era muy oportuna porque se trata de una venganza contra algún machote que le puso los cuernos. El término «rata de dos patas» siempre me ha gustado e incluso reconozco que lo utilizo para referirme a personas de escasa calidad humana y propensas a la traición. Es la descalificación que más empleo junto al término «plebeyo» dedicado a la gente maleducada y vulgar sin importarme su extracción social. Por ello, nunca me ha sorprendido que los auténticos independentistas se sirvan de ella para definir con gran precisión al caradura de Puigdemont. TV3 tiene la ventaja de que «es la nostra», como dicen los nacionalistas catalanes, y un error de esas dimensiones es definido como un problema técnico. No sucedería lo mismo si se hubiera producido en TVE, que es telePSOE, o en un programa de cualquier otra televisión. El escándalo sería monumental, porque los independentistas verían la mano oscura del pérfido españolismo.
TV3, al igual que TVE, son instrumentos al servicio del partidismo más descarado y escandaloso, pero no importa mientras traten bien a los «suyos». En el primer caso se aplica a ERC, JxCat y En Comu Podem, aunque incluyen de forma intermitente a los socialistas siempre que sean obedientes. El partido de Junqueras está contento con Sánchez, porque les ha dado todo lo que querían. El inquilino de La Moncloa ha descubierto la fórmula mágica para pacificar Cataluña que pasa por la rendición sin condiciones, aunque en diferido. Mientras que a Puigdemont le podemos aplicar la parábola de la «rata inmunda» con final feliz, ya que vive a todo tren en Bruselas como si fuera uno de los exiliados príncipes que consiguieron huir de la Revolución Rusa con parte de su fortuna. La del expresidente es a costa de todos los españoles.
En el caso de Sánchez hemos de acudir a la «parábola de Neville Chamberlain» que podemos denominar en honor del desastroso exprimer ministro británico que protagonizó la política de apaciguamiento frente a Hitler en Múnich. Su hermano Austen, junto con Churchill, Keyes y Amery, eran fervientes defensores del rearme ante el peligro objetivo que representaba el nazismo. Neville también ganó tiempo cediendo frente al totalitarismo. Es evidente que las circunstancias no son iguales y no pretendo igualar al nazismo con el independentismo, lo aclaro porque hay mucho nacionalista garrulo suelto en la política y el periodismo, pero sí que son concepciones totalitarias de entender la política donde se excluye, persigue y margina a los discrepantes. No aceptan la diversidad. El independentismo ha sido, es y seguirá siendo una religión laica, perdón por el contrasentido, formada por acólitos que creen a pies juntillas los disparates de sus líderes. Sánchez no ha conseguido pacificar al independentismo, ya que es una ideología irracional que no se puede encauzar al pluralismo democrático. Lo único que entienden sus dirigentes es la aplicación de la ley y la fuerza de las instituciones, porque su crecimiento se alimenta de la mentira, la manipulación y la debilidad de los constitucionalistas. Sánchez, al igual que Chamberlain, solo ha ganado tiempo y ha pospuesto el conflicto.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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